21.1.08

Soy leyenda


Hace muchos años, cuando cursaba la primaria, el director de la escuela entraba al salón sin avisar y nos contaba cuentos y novelas por entregas. Nunca sabíamos cuándo aparecería, así que siempre lo esperábamos, pendientes del siguiente capítulo o del comienzo de una nueva historia. Un día, Carlos, que así se llamaba el director que usaba cuellos de tortuga de una tela elástica de colores vivos, aunque no brillantes, entró al salón y comenzó a contarnos el relato de un hombre que se había quedado solo sobre la faz de la Tierra, el último hombre sano entre centenas de seres humanos que, infectados por un virus invasivo y en apariencia incurable, se habían convertido en depredadores que buscaban alimentarse de la sangre de los sobrevivientes, inmunes a la infección que todo lo había devastado. Una anti-utopía, pues, no muy distinta de la reciente The Road, de Cormac McCarthy, aunque más bien afín a la literatura de género, fantástica y de horror, no necesariamente un clásico instantáneo. La historia era terrorífica. Y Carlos se tomó su tiempo en terminar de contárnosla, fueron varias sus apariciones en el salón para darle inicio, desarrollo y término. Desesperado, le pregunté cómo se llamaba el libro y quién era su autor. Soy leyenda, me dijo, de Richard Matheson. Pero no te lo compres, me advirtió, porque no es para niños. Creo que la recomendación se la hizo, de igual modo, a mi madre. Pero nada impidió que me hiciera de una copia, traducida al castellano y publicada por Minotauro, sello otrora independiente en cuya fila de autores se contaba Ray Bradbury, hoy devorado por la marca amorfa, invasiva de Grupo Editorial Planeta. [La imagen que acompaña a esta entrada corresponde con la edición citada.] Leí el libro. Me asusté. Mucho. Y no sé qué le pasó. Hace varios años, años recientes, me hice de otra copia, también en Minotauro, pero la portada era brillosa y distinta. No lo he releído. Antes de que eso sucediera, hoy, me aventuré, en compañía de mi fiel amigo Guillermo, a ver la nueva adaptación fílmica de la novela, con Will Smith como protagonista. Robert Neville, se llama el personaje principal. El nombre, de pronto, me llevó al pasado. En el libro, claro, Neville no se monta a bordo de un deslumbrante Mustang GT rojo y recorre las calles vacías de Manhattan para cazar a un inalcanzable venado. Tampoco vive en un hermoso departamento muy bien acondicionado y con vista a Washington Square. No recuerdo si tiene una perra llamada Samantha. Y sé que no juega golf desde un porta-aviones abandonado, encallado en el South Harbor de la isla. El efecto, sin embargo, fue el mismo: horror genuino, aunque con un twist. Salí del cine con taquicardia, asustado no sé si por mi viaje al pasado, a mi infancia, al salón de la Escuela Activa Neill adonde Carlos nos contaba la aventura-desventura de Robert Neville, o bien por la naturaleza jesucrística de Soy leyenda, por lo menos en esta adaptación. Es interesante. La sangre de Neville será, tomada de una mujer infectada a la cual se la inoculó para ver si funcionaba como antídoto, la salvación de la escasa, casi del todo extinta humanidad. Pero no será el propio Neville quien lleve la cura a los sobrevivientes, sino Anna, una sana aparecida que acude al llamado en radio de amplitud modulada que Neville lanza al vacío mundo día con día. Son, entonces, dos mujeres los instrumentos que convierten a Neville, quien se inmola en un necesario sacrificio, en una leyenda. Y es Anna, sí, su evangelista. No sé qué más decir. Me viene a la cabeza la voz de Laura Dern en Jurassic Park: "...and women will inherit the Earth." Todavía me retumba el corazón. Pienso en MP, irreal, inconmensurable. Así las cosas.

2 comentarios:

Manuel Llanes dijo...

El libro de Matheson me gusta mucho, igual que la versión que protagoniza Charlton Heston. De la película de Smith sólo me gustaron un par de escenas, una de ellas magistral: aquélla donde el héroe se interna en un almacén para buscar a su perra. Saludos.

Manuel Ulloa dijo...

En la casona de reforma donde se encontraba la escuela viajo mi mente al ver la película de Will Smith, antes ya había visto la de Charlton Heston.
Recuerdo la magia de los relatos de Carlos, todos guardabamos silencio y navegábamos en una imaginación colectiva. Soy leyenda, oestelandia, marabunta y otro que se escapa de la memoria, impresionantes historias que quedaron grabadas en mis recuerdos.

saludos