28.12.08

"Come In!" (Ostrov, Silencio, Lungin, Martynov)


Esta entrada es para MP y para JM, quienes me han abierto sus puertas.

Hace tiempo, seis años tal vez, escuché una pieza que me hizo sentir una plenitud aún no alcanzada. Es decir, escuché la pieza y deseé sentirme así, como la música que escuchaba. Pero, entonces, hace seis años, no me sentía así. La pieza se llama "Come In!" (1988) y es del ruso Vladimir Martynov (1946), quien se la dedicó a sus intérpretes: los violinistas Gidon Kremer y Tatjana Grindenko, quienes a su vez la interpretan acompañados por la Kremerata Baltica en el disco Silencio (tal cual, en español, es el título del disco, que además contiene Tabula Rasa y Darf Ich, de Arvo Pärt, y Company, de Philip Glass, compuesta para la adaptación teatral de la obra del mismo título, basada en la narración de Samuel Beckett; dato curioso: el día que compré el disco de la Kremerata Baltica, compré también, sin saber que guardaban una relación, el libro de Beckett. Otro detalle: las fotos del libreto de Silencio son de William Clift, como la que uso en esta entrada). "Come In!" consta de seis movimientos y su leitmotiv es una puerta a la que se toca. Aquí lo que dice Martynov al respecto:

One ancient hermit said to his disciple: "Strive to enter the inner cell of your soul and there you will behold the heavenly cell. Both are one: you enter them by the same door. The staircase to Heaven is inside you: it exists secretly in your heart."

And it is true:
Our whole life is but an attempt to find this miraculous entrance.
All our deeds are but a timid knocking on this mysterious door.
All our hopes are to hear, one day, perhaps, a voice that would respond: "Come in!"

For it is said: "Knock and you will be let in."

He escuchado esta pieza varias docenas de veces. Y, hoy, puedo decir que, finalmente, me siento así, como esa música que tanto me gusta. La llevo dentro. Toqué a la puerta. Y la puerta se abrió.

Hoy, a 20 años de que Martynov compusiera "Come In!", MP y yo fuimos a ver Ostrov (2006), película del también ruso Pavel Lungin (1949) que en México se exhibió bajo el título de Exorcismo, aunque en realidad es La isla. Hacia el final, cuando la bella parábola que retrata Lungin se consuma, descubrí que la música sonaba muy parecida a la de Martynov. Más que parecida, en su momento podía afirmar que lo que escuchaba era una versión condensada, y adaptada a la luz y al tono de la película, de "Come In!". Hace un momento, descubrí que, sí, la música de Ostrov es de Martynov. Y claro, con esos paisajes, con esa luz retratada, con esa gran historia del padre Anatoli y su fe sin tapujos, ¡de quién más podría ser! Alguien toca a una puerta. Y esa puerta se abre. Así podría resumir Ostrov. Y la vida. Pero no digo nada: anden a ver Ostrov, háganse de una copia de Silencio de la Kremerata Baltica, escuchen la pieza de Martynov. Toquen a la puerta.

24.12.08

Feliz Navidad


Termino de leer Indignation, la novela más reciente (y una de las mejores, como suele suceder con sus novelas cortas) de Philip Roth. Dejo aquí una cita, en coincidencia russelliana con la Navidad:

Is that what eternity is for, to muck over a lifetime's minutiae? Who could have imagined that one would have forever to remember each moment of life down to its tiniest component? Or can it be that this is merely the afterlife that is mine, and as each life is unique, so too is each afterlife, each an imperishable fingerprint of an afterlife unlike anyone else's?

Así las cosas, feliz Navidad. Y a lo que sigue.

18.12.08

Porca miseria


[El texto que comienza acabado el corchete lo mandé a la redacción en línea de Letras Libres. Pretendía ser un añadido a la nota de Antonio Ortuño, "Implacables pero ineptos", y a la discusión que ésta provocó. Sin embargo, a nuestros amigos liberales no les interesó. Adujeron que "el tema de los posts sobre la crítica se agotó con la discusión en la nota de Ortuño". Según yo, esta entrada va de otra cosa, pero bueno. Aquí se las dejo, con la imagen de Sophia Loren y su mama, resultado de una búsqueda de imágenes en Google con las palabras porca miseria.]

Hace algunos días leí una entrevista a Daniel Sada aparecida en Reforma y firmada por Jorge Ricardo. La primera declaración del escritor, o bien, la declaración que el reportero eligió para abrir su moderadamente tendencioso reportaje era, de entrada, provocadora, aun insólita: “Yo quisiera ser como Dan Brown”. Ya luego, claro, la explicación, la resolución del misterio: el deseo de Sada no era el de escribir su propio Código Da Vinci, sino el de gozar de los beneficios de ser un escritor de best sellers, todo esto sin dejar de escribir como ahora escribe (es decir, con la voluntad y el ánimo de un clásico redivivo). Nada más genuino y nada más cierto: cualquiera que escribe quisiera, sin más, vivir de su oficio sin mayores distracciones ni malabarismos laborales --una utopía, pues--, más allá de los designios de la veleidosa posteridad.

Pero no.

Las quejas de los escritores son proverbiales y, no me queda la menor duda, datan del comienzo de la literatura y el nacimiento de Job y de Odiseo, entre el cruel silencio de Dios y el seductor canto de las sirenas. Hoy, claro, las letras se han mediatizado ad nauseam y el mercado, siempre pedestre y secular, ha tratado de confundirlo todo, ya se sabe, en aras de vender más por menos. En la entrevista mentada, Sada se quejaba, también, de dicho mercado, de la literatura que no trasciende y se vende sin mayores atributos, etcétera. Sin embargo, la elocuente rabieta de nuestro escritor es más válida que cualquier discusión sobre si tal o cual generación de escritores de tal o cual país subdesarrollado tiene peso o es pura carne de mercachifle.

Hace varias entradas, en este blog [es decir, el "Blog de la redacción" de Letras Libres] discutían Antonio Ortuño y Rafael Lemus sobre el estado de la crítica en México, asunto que derivó, como ya había sucedido antes y, entonces, con la excusa de la aparición de la antología Grandes Hits de Tryno Maldonado (publicada este año por Almadía), en la hasta ahora inocua diatriba sobre la poca calidad literaria, libresca o lo que sea de las obras publicadas por narradores mexicanos nacidos en la década de los setenta. Los comentaristas --críticos, escritores, polemistas natos, moralistas, árbitros de buena fe o meros espectadores aburridos y con ánimo de trifulca-- no tardamos en llegar al blog a vertir nuestras propias quejas, a lanzar pedradas y/o a dar puñaladas traperas, atraídos por el hedor de la novedad resobada (y no, claro, por el derrotero de la aún nonata teoría crítica mexicana del nuevo milenio), así como por la mera necesidad de desfogue decembrino.

Al final de una serie de días, por supuesto, la discusión Ortuño versus Lemus versus anexas no llegó a parte alguna y, pronto, más notas y comentarios novedosos fueron apareciendo en el blog, fechando el súbito pasado del inacabado diálogo entre la crítica y la narrativa actuales de nuestro país, dejando una estela de nombres nunca grabados en piedra. ¿No será que todo es prematuro, aún? Seguramente. Pero la discusión me animó a escribir esta nota, detonada por las sabias, dolorosas palabras de Daniel Sada, inconforme con su estatus de gran autor marginal de culto, esa contradicción fruto de la imponderable, confusa dialéctica entre el mercado y la crítica.

Gustos aparte, la literatura más reciente que se nos ofrece emperifollada y lista para usarse --desde la novela de folletín hasta el Boom y sus secuelas, por decir algo-- es más fruto de las triquiñuelas del mercado y el canto de sus sirenas lelas que de la canonización de la crítica y las lecciones de los que nos leen. ¿Se le acusa al escritor de querer convertir su opus magnum en un producto vendible por millares y, acaso, millones? ¿Es condenable el deseo de acceder no a un nicho letrado, culto y pordiosero sino a una gran masa lectora y anónima, mediatizada y con poder adquisitivo? Grandes preguntas, grandes misterios.

11.12.08

Hey, Joe, what do you know?

Iba a escribir una entrada sesuda sobre el estado de la crítica y la narrativa en México pero... ¡Regresó Joe! Todos, MP, los niños y yo, estamos muy contentos, luego de 11 días de incertidumbre. Joe está bien. Flaco (no tanto como cuando lo adopté) pero sin rasguño alguno. Reconoce la casa. Ronronea. Juega con la pelota que apareció ayer, debajo de un librero. ¿Cuál habrá sido su paradero? ¿Qué lo hizo volver? El policía de enfrente tocó a la puerta. Nos dijo que había un gato de patas negras bajo un coche. Salí a verlo. Maulló. Era, claro, Joe. Estaba descolocado, pero no fue difícil agarrarlo. Le servimos croquetas. Y santo remedio. Joe de regreso, como si nada hubiera sucedido. Así las cosas, la crítica, la narrativa, etcétera, pueden esperar. Lo mismo que Brodsky, lo mismo que PKD, abrazaré a nuestro hermoso Joe.

8.12.08

Otros gatos

Miren a este gato. Parece en trance, más allá que acá. Es el gato de Philip K. Dick. (Al paso les digo que leo The Man in the High Castle, novela de Dick aparecida en 1962: la gran cosa.) Un gato muy distinto al gato-que-contempla-lo-imponderable de Joseph Brodsky. Este gato parece, junto con su amo, suscribir la consigna: "Yo estoy vivo y ustedes están muertos." ¿Y Joe? Joe ponía otra cara cuando lo abrazaba.

6.12.08

Young Americans versus Barcelona


Confieso que fui al cine dispuesto a que no me gustara la película, a pesar de ser un admirador irredento de Woody Allen. Lo que me hizo sospechar fue la proliferación del muy ampliado cartel de Vicky Cristina Barcelona en los espectaculares del Distrito Federal. ¿Cuándo se había visto eso, una película de Allen anunciada como si fuera cualquier churro de Hollywood? Sospechaba, también, de los actores: Javier Bardem, Penélope Cruz (buenísimos ambos, francamente) y, una vez más, la tercera casi al hilo, Scarlett Johannson (venida a menos de forma deliberada). Mala mezcla, pensé, a la que se sumaba la para mí desconocida Rebecca Hall, toda una revelación. Y, por supuesto, erré. Caí desde la primera escena. Y la disfruté sin tregua, cada uno de los 96 minutos del filme. A pesar de que la película es ligera en apariencia, nunca había visto a Allen maltratar tanto a sus personajes, sobre todo a los jóvenes estadounidenses, cuya brújula se ha desmagnetizado. No hay piedad en Allen. Es divertido el coctel resultante de un par de niñas bien de Manhattan, pseudointelectuales ambas, y un par de apasionados, cínicos artistas españoles. El periplo retratado ocurre durante un lapso de dos meses, suficientes para que las americanas hagan, deshagan y restauren sus mediocres vidas, turistas sin más atributos, falsas viajeras inmunes a la transformación de sus emociones. Los españoles, por su parte, hierven, se evaporan y ya está: terminan siendo, lo mismo que las gringas, clichés de sí mismos. Si algo sabe hacer Allen es sacar a relucir el lugar común en el que se ha convertido el mundo, un mundo en el que entre Barcelona y Nueva York no hay un océano de por medio. Eso. O algo así. Yo qué sé: Vicky Cristina Barcelona es la gran cosa. Le aplaudo a Allen, una vez más.

4.12.08

La fuga de Joe

Quisiera que no fuera una mala noticia. Joe se fue de la casa. Esto ocurrió el lunes, por la mañana. Antes de irse, fue a llamar a nuestra puerta, la arañó, no le abrimos. Luego, ya despiertos, MP y yo caímos en la cuenta de que Joe no estaba más allí (no había, tampoco, gas, y el heliotropo que le regalaron a ella amaneció casi marchito --y hoy ya está lozano--). Le serví croquetas, pero el ruido de la comida al caer al tazón no hizo que el gato apareciera. Más de 72 horas sin Joe. Y así es, me dicen: los gatos de pronto deciden irse y se van, para luego volver, transformados, semanas, meses, años después. ¿Cuándo volverá Joe? Es lo único que atino a preguntarme (quisiera no preguntarme si volverá Joe; intento no hacerlo). En fin, que nuestro gato se fue. Pienso, claro, en la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami. Escribo un Diario de diciembre, cuyo eje es la desaparición de nuestro gato, es decir, una narración en la que pasa nada. Y, hoy, de pronto y de la nada, nada más porque estaba allí, a la mano, busco consuelo en Marca de agua, los apuntes venecianos de Joseph Brodsky, cuya primera lectura, descubro, hice el 8 de septiembre de 1998, cuando el mundo era otro. Venecia, claro, ciudad de gatos, cuyo emblema es un león. Abro el libro y allí está Brodsky, acompañado por un gato. Un gato con cara de susto. O sorprendido ante lo imponderable. Brodsky lo toma por el cuello. Y parece, sin darse cuenta, imitar su gesto. Así:


Esa misma cara hago yo ahora. ¿Y ustedes?

27.11.08

El libro lleno, la película vacía


1. La película vacía. Anoche, MP y yo fuimos a ver la muy recomendada En la ciudad de Sylvia (2007), del catalán José Luis Guerín (Barcelona, 1960). La película transcurre a lo largo de tres días (aunque dividida en tres noches) y nos muestra a un hombre (Xavier Laffite) que contempla mujeres y las traslada, garabateadas, a su cuaderno. Entendemos, después, que él la busca a ella: una mujer a la que, según dice, conoció hace seis años en el bar Les aviateurs de Estrasburgo, ciudad en la que transcurre el filme. Ubicado en una mesa del café de la Escuela de Artes Dramáticas, él observa a todas las mujeres que allí beben zumos, licores y cafés. Pronto (bueno, no tan pronto: la película es morosa, sedante), él repara en ella (Pilar López de Ayala). Y decide que es Ella, es decir, Sylvie, por lo que, cuando ella deja su mesa y el café, la sigue sin tregua, largamente, por las calles de Estrasburgo --protagonista ulterior del filme--. Tiempo después, lo que se antojan horas, la aborda al interior de un tranvía. Ella titubea cuando él la llama Sylvie y le dice que la conoció seis años antes, en Les aviateurs. Pero nada. Ella, finalmente, dice no ser Sylvie y se queja, le dice que no es grato que a una la sigan así. Él y ella se despiden. Esa noche, él acude a Les aviateurs. Y termina acostándose con otra mujer. Al día siguiente, sí, acude al café de la Escuela de Artes Dramáticas. Su cuaderno, al inicio de la película vacío, ahora está lleno de garabatos, retratos de "Ellas", textos y mapas de la ciudad, a 84 minutos --minutos mágicamente elásticos-- del comienzo. Uno sale del cine, sí, sorprendido: ha visto una película sobre la nada, una suerte de colección de ruidos y rostros urbanos, la mayoría femeninos (es la mirada de él la que lleva la batuta). Y uno descubre, al día siguiente de haber visto En la ciudad de Sylvia, que no puede salirse del filme, de Estrasburgo y su trazo, de los sonidos y vistas de la urbe. Guerín nos ofrece, sí, un cuaderno vacío; nosotros, espectadores, habremos de rellenarlo, con el ruido y vistas de fondo de la ciudad y de la ausencia última de Sylvia, la real protagonista, ausente, lo mismo que con nuestra propia memoria. Algo así.


2. El libro lleno. Ayer, también y antes de ir al cine, terminé de leer, a cincuenta años de su escritura y publicación primera, El libro vacío (1958), de Josefina Vicens (Villahermosa, 1911-Ciudad de México, 1988), una de esas lecturas que, por caprichos de nuestro devenir cotidiano, así como del misterio de la literatura, habíamos pospuesto para un mejor momento, en una y otra ocasión. En fin, que comencé a leer el libro antes de ayer, de pie, en un metrobús hacinado. El libro inquietaba a los demás viajeros. Aunque pequeño, abierto ocupaba espacio vital, se clavaba en las espaldas, en los rostros de los que me acompañaban en el camión. Finalmente, pasada una noche, terminé el libro. Y nada. Es uno de los libros más raros de nuestras letras. Es la historia de José García, un hombre que es todo menos escritor, pero que pergeña sus apuntes en un cuaderno y contempla otro, un cuaderno vacío en el que, llegado el momento (un momento que nunca llega, en realidad), volcará lo que haya de valioso en el primer cuaderno y escribirá un gran libro. Pero José García, ya se dijo, no es escritor. Y he allí la magia de Vicens: El libro vacío exaspera, es árido, su tono es de un existencialismo en apariencia mediocre. Y no. El libro vacío trasciende su medio siglo y, hoy, es una obra fresca --mucho más fresca que, digamos, La región más transparente, de Carlos Fuentes, aparecida ese mismo año de 1958--, referente obligado de nuestra literatura del siglo XX. Un libro siempre lleno, abierto para que entre sus páginas encontremos tanto nuestro reflejo como los motivos literarios más profundos. Lo que si no sé es cuando leeré la otra novela de Vicens, Los años falsos (1982), tan repleto de vacío que he quedado. Eso.

26.11.08

For Real: Richey James Edwards (1967-1995-2008)


Iba a escribir sobe El libro vacío, de Josefina Vicens --lo haré después--, pero... Cuando llegué a los Manic Street Preachers, allende 1996, Richey James Edwards ya había desaparecido. Everything Must Go, el cuarto disco del grupo, mostraba un paréntesis bajo el título, vacío: ( ). Siempre quise creer que era un "fill in the blank" dejado al escritor de las letras y guitarrista rítmico del grupo –era mucho más que eso, en realidad: era la imagen que le daba legitimidad al angst del cuarteto, más icono que músico–, desaparecido en 1995. Mi obsesión con "A Design for Life", canción que me parecía escrita para mí en ese momento preciso de mi existencia, me llevó a averiguar más sobre el grupo y a conseguir sus discos anteriores. Descubrí, entonces, la historia de Richey James Edwards y su desaparición, lo que se convirtió en una suerte de leitmotiv de mi escritura futura. Un hombre que desaparece sin dejar huella. Quise escribir una novela desde la perspectiva de ese hombre. Algo pergeñé. Y bueno, hoy leo la noticia en The Guardian: Richey James Edwards fue declarado muerto el 23 de noviembre, a 13 años de su desaparición. Descanse, pues, en paz. For real.

25.11.08

La lección de Shakespeare


Este señor que se ve retratado aquí arriba y al que muchos de ustedes reconocen, muy probablemente no sea William Shakespeare. Con dicha declaración comienza el sucinto, aunque nutrido ensayo Shakespeare. The World as Stage (2007), del anglofílico y norteamericano Bill Bryson (Des Moines, Iowa, 1951), préstamo que me hiciera GP hace un par de semanas. Más que una biografía, el libro que terminé de leer anoche es una suma bien hilada de comentarios sobre la información real que se posee sobre Shakespeare (casi nula, salvo ínfimas menciones en documentos legales, demandas, títulos de propiedad y apreciaciones sin mayores atributos en la obra de un puñado de sus contemporáneos), así como un retrato, muy logrado y de la mejor factura en términos de divulgación, de la época en la que vivió nuestro más reconocido hombre de letras. Quién fue Shakespeare en realidad es algo que nunca sabremos, por más especulaciones que hagamos al respecto. De todos los estudios que se han hecho sobre su persona, ninguno es en realidad certero: más allá de analizar su obra, desprendida de su entelequia humana, poco nos queda. Una biografía tan abierta, claro, llama a todos los lobos del hombre: académicos de supuesta valía han creado un hombre que no es, muchos nada más porque se les pegó la regalada gana, como decimos por estas latitudes. Otros tantos han declarado que Shakespeare simplemente no existió y que su obra fue escrita por otro (Francis Bacon, quien ni la debe ni la teme, es el que más adeptos tiene). Pero todo lo anterior, en realidad, no importa, lo mismo que es intrascendente si William Shakespeare nació y murió en Stratford-upon-Avon, en 1564 y en 1616, respectivamente. Lo que parece decirnos su inaprehensible persona es que, a final de cuentas, no fue más que letras y las letras son lo que, al final del día, realmente importa. De cabo a rabo, nuestra vida no es más que un instante perdido de eternidad, por ponerlo de manera dramática. A Shakespeare lo sobrevivió su obra. No hace falta más: allí está todo lo que en realidad necesitamos saber sobre Shakespeare, un absoluto hombre de letras, pura literatura. A manera de colofón, podemos decirles que el que aparece acá abajo... ¡es muy probable que tampoco sea él! Y que se parece un poquito a Dios, Shakespeare, ¿no creen? Hasta aquí esta entrada.

19.11.08

Un año vaquero


Y bueno, qué les puedo decir ahora: hoy, MP y yo cumplimos un año juntos. La foto de acá arriba es de hace casi 12 meses --nótese lo jóvenes que entonces éramos--, aunque no tenemos un retrato nuestro tomado el mismo 19 de noviembre de 2007, día en el que nos volvimos a ver luego de una década. Por lo visto, sirve eso de conocerse y dejarse de ver largo tiempo: ahora estamos juntos, en unas horas celebraremos nuestro aniversario en el Alaia (el Pujol nos queda lejos, hoy, y no hicimos reservación; pronto será, hay más por celebrar) y, a pesar de la pérdida reciente, en el centro de Tlalpan todo es felicidad. Así la mujer de mi vida, así las cosas.

18.11.08

Lola (2005-2008)


Hoy, a las tres de la madrugada, murió nuestra perra Lola, a un mes de que nos mudáramos a esta casa en el centro de Tlalpan. Era una perra joven. Cumpliría cuatro años el próximo abril de 2009. Cuando la conocí, vivía, por razones de necesidad, imponderables, en un pequeño patio interior de una casa en Chimalistac, junto con MP y los niños. Aquí, no me queda duda, fue feliz: tuvo, de pronto, todo un jardín para ella sola, y la dejábamos entrar la mayoría del tiempo. Se hizo amiga, sin muchas complicaciones, de Joe, nuestro gato, que vivía conmigo en un sexto piso en la calle de Holbein (ayer, durante la cena, Joe buscaba a Lola, se asomaba por la ventana que da a su casa, aún allí, al otro lado de la cocina). Pasaría por Lola ayer, hacia las siete y media de la noche, pero me pidieron que lo hiciera hoy, que aún estaba dormida. Sigue dormida, seguirá dormida. Labrador chocolate enana, Lola es la perra más noble que he conocido. Como las palabras me fallan, copio aquí, y espero que me lo perdone, un mensaje que acaba de enviarme mi entrañable amigo GP:
Lamento mucho lo de Lola. Las mascotas forman parte de nuestras relaciones con el mundo y con lo vivo, y de ahí su importancia. Nunca me ha interesado "humanizar" nuestras interacciones con los animales, pero a falta de un mejor lenguaje a veces es necesario y sé lo que es querer mucho a un animal y el tipo de relación tan estrecha que uno puede tener con ellos. Es algo que oscila entre la familia y la amistad (ambas fundamentales).
Así Lola, así la vida en Tlalpan. Así las cosas.

17.11.08

La vida en Tlalpan, 2

0. Uno quisiera escribir más, aquí, pero no se puede. Escribo, finalmente, allá, en un nuevo cuaderno rojo, lo que será mi siguiente novela. Pero hoy es día de asueto, un adelantado 20 de noviembre, y le robo unos minutos a mi narración para asomarme a este blog. Tantas cosas han pasado desde la última entrada. A saber: un secretario de gobernación calcinado, cuatro buzos muertos en el sistema Cutzamala de aguas, los habituales ejecutados, una señora suicida en su SUV en las Lomas y así: noviembre, mes de muertos en México. Pero hablemos de otras cosas, por ejemplo de Joe y su pereza tlalpeña/tlalpense:


La imagen es de hace algunos días, pero él sigue allí, como el pequeño rey que es, recostado en el mismo sitio, mientras a Lola la operan en el veterinario. Más cosas.

1. Lake Tahoe, de Fernando Eimbcke: la vimos ayer, MP y yo (también vimos Quantum of Solace, un double-ticket dominical entre la contemplación minimalista y la acción desbordada, ayer). Es realmente buena, más buena aún que Temporada de patos, su afortunado debut. Pocos recursos, un guión notable, un fotógrafo de primer orden: buen cine. Es lo que en México se les parece olvidar, a ratos, a los cineastas.

2. Terminé de leer las seis primeras novelas de la serie de Charlie "Bird" Parker, de John Connolly. Tengo síndrome de abstinencia. Ya pedí más libros suyos, pero no la séptima novela de la serie (esperaré a que The Reapers esté en un mundano paperback). De todas, la mejor es la quinta: The Black Angel.

3. La maldita pintura, de Héctor Manjarrez. No la había leído. Y pensé que el libro no estaba más conmigo. Pero sí. Lo encontré antes de ayer, lo leí en dos sentadas. Comparto el entusiasmo de Antonio Ortuño ante esta obra, una obra de franca madurez. Mucho qué aprenderle a Manjarrez. Si tan sólo hubieran más libros como éste entre nosotros...

4. Más Joe, ahora despierto, desafiante bajo los girasoles:


5. Y yo me voy a escribir.

6. Así las cosas.

3.11.08

Boxeo de sombra


Este próximo jueves, a las 19.30 horas y en el salón Espacio Visual de la Casa Lamm, presentaré, junto con Nicolás Cabral, Horacio Heredia y su autor, Rodrigo Díez, Boxeo de sombra, libro de cuentos publicado por Ficticia. Así las cosas.

24.10.08

La vida en Tlalpan, 1 (Ahora sí)


0. Nos hemos mudado, ahora sí (fecha oficial de mudanza: 19 de octubre). Hoy, finalmente, pudimos conectarnos a la red. Así que iniciaré con La vida en Tlalpan.

1. La calle es apacible, estrecha en algunos tramos y no tiene banqueta. Una vieja calle de pueblo. Estamos a 10 minutos del corazón del centro de Tlalpan, bajando por Juárez y dando vuelta a la derecha en Victoria. Hemos gozado ya de las delicias del mercado, cuyas frutas y verduras comemos a diario, además de una cecina excepcional.

2. Hoy descubrí que, subiendo por Abasolo y luego por Cantera, llego a Insurgentes, entre las estaciones La Joya y Santa Úrsula del Metrobus. Mientras que al interior de la colonia todo es un pueblo, en Insurgentes todo tiene el disfraz del primer mundo. Ya se sabe: Starbucks, Sanborns, McDonalds, Bodega Aurrera y anexas.

3. La casa ya está casi del todo montada. Joe el gato y la perra Lola parecen llevarse bien. Los niños están contentos. Nosotros también. Hay rosas, camelias y otras flores que desconozco en el jardín. Tres árboles de mandarina. Musgo aquí y allá. Ahora, el sol entra por la ventana del estudio. Espero a que MP regrese.

4. So far, so good. Ahora, a proseguir con la mudanza.

5. Así la vida en Tlalpan, así las cosas.

9.10.08

El desmarcado


Hace poco menos de diez años, mi primer editor me dijo "Hay libros que abren (y cierran) puertas". Tras esta sentencia, me tendió una amplia obra: La cuarentena (Barcelona: Tusquets, 1998), de J. M. G. Le Clézio, quien hoy ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura. La portada era, sin lugar a dudas, un muy buen umbral: la costa de lo que imaginamos una isla, todo en tonos amarillos. Comencé a leer el libro. Y no lo solté. Novela de aventuras y búsqueda literario-genealógica quintaesencial, La cuarentena, comprobé, era, y es, uno de esos libros que, como quería Aurelio Major, "abren puertas". Es decir: abren puertas a la literatura. A la creación futura. Y no dudo que mucho de lo que escribió Le Clézio haya tenido impacto en mi (en ese momento postergado) propio proceso creativo. En fin. Una década después, el Nobel a Le Clézio. Autor casi desconocido (decidió fugarse de la vida literario-editorial parisina: la detestaba), J. M. G. emigró. Vivió, entre otros países, en México (tiene un libro llamado El sueño mexicano, publicado bajo el sello del FCE; la versión francesa me miraba desde los estantes de la biblioteca de mis padres) y en Estados Unidos, en donde terminó de hacerse experto en culturas mesoamericanas. Es, sí, un autor muy cercano a nosotros. Y no deja de ser curioso que la prensa, tan idiotizada por las novedades editoriales y los nombres elegidos de los grandes grupos, no sepa bien qué hacer con él, con su obra, ni a quién entrevistar. Así pasa con los desmarcados y con la literatura más verdadera, que, casi siempre, no son carne mediática. No. Abren puertas, eso sí. Así Le Clézio, así las cosas.

5.10.08

La vida en Tlalpan, 0


La mudanza es inminente: si todo sale bien, MP, los niños, las mascotas y yo nos mudamos a la casa que encontramos en el centro de Tlalpan el próximo sábado. Decido, entonces, cambiar un poco la naturaleza de este blog, cuyo epicentro natural será el antiguo pueblo en el que ahora viviremos.

Palabras preliminares: descubro que Tlalpan quiere decir "lugar de tierra firme" (del náhuatl tlalli: tierra, y pan: sobre). El pueblo se encontraba "lejos" de la laguna y era la primera escala que uno hacía si iba al sur de Tenochtitlan, por lo que ahora conocemos como Calzada de Tlalpan. Para llegar a Tlalpan, leo en un sumario sobre la historia de la localidad, se debía cruzar el "mal país", es decir, lo que hoy es el Pedregal.

El glifo con el que se representa a Tlalpan muestra un pie, símbolo explícito de "pisar tierra firme", rodeado por ocho puntos: las ocho poblaciones que conformaban la demarcación originaria de la colonia que ahora lleva el código postal 14000.

Así los pasos sobre tierra firme, así las cosas.

2.10.08

El comunista en el centeno (fragmento)


Pensar el 68, hoy, implica hacer un nuevo ejercicio utópico --ahora que se nos invita a consumir en lugar de a crear--, levantarse de la cómoda tumbona del presente y trasladar ese pasado, inmediato, al futuro, a los desmarcados de la avanzada.

Pero quizás, hoy, es más cómodo ser una efigie de sal, petrificada en el presente, la mirada vuelta atrás y no adelante, allí, adonde el futuro espera a ser alcanzado.

¿Qué decir, pues, del 68, hoy, alcanzado el futuro que no es otra cosa sino un presente deslavado, inocuo, pervertido por la victoria ulterior del capitalismo y las formas de consumo impuestas por la nueva Roma americana, la misma que censuró sus propios brotes de rebelión --asesinó y acalló a MLK, al otro Kennedy, a las voces surrealistas que hacían de California una utopía alcanzada--, un año antes de que la imaginación tomara las calles de París?

Decirlo todo, levantarse de nuevo, resistir a los embates de la realidad impuesta por el entorno, construir un orden social distinto, alternativo a los designios neoliberales y tecnócratas, vacíos de imaginación, rellenos de capital.

Resistirse, pues, a la simulación de que el presente lo es todo --cuando no es más que regodeo en el pasado, incapacidad de romper con lo establecido a priori y no cuestionarlo por miedo a perderlo “todo”--, de que no hay cabida para el futuro, de que ser es consumir.

Resistirse, es decir, imaginar lo imposible. Y demandarlo. Decirlo.

Decir que la clase media cedió a la venda en los ojos, a la mortaja en la boca, a lo política, liberalmente correcto y no al paliacate rojo anudado al cuello.

O mejor no decir nada.

Mejor callar, como Robert Linhart.

Y ser elocuentes en nuestro mutismo.

Así el silencio, así las cosas.

[El texto completo, dedicado a Robert, aparece en el número 298 de Istmo.]

30.9.08

Zaraza

Nos fuimos a Veracruz, MP y yo. El viaje comenzó, a las 11.40, en el Centro Histórico de la ciudad de México. Fray Servando nos llevó a Zaragoza y de allí a Río Frío, adonde, cerca de dos horas después, hicimos una primera escala. Comimos espinazo en salsa verde. Sin mayores atributos. Después, no paramos sino hasta el Hotel Rivolí Select, en la zona nueva de Boca del Río. Habitación 301, sin más atributos y con vista a ninguna parte, de espaldas al mar. Allí, hambrientos, pedimos un pepito de filete. Por la noche, no cenamos. Lo mejor vino a la mañana siguiente: un desayuno ideal en el Gran Café de la Parroquia, con vista al puerto. Ya saben: café, canillas, huevos tirados, jugo de naranja, papaya y, para hacer bien la digestión, una Zaraza Vargas. Luego de eso, caminamos por el puerto, llegamos hasta la vieja estación de ferrocarril, pasamos junto a las oficinas de correos (pensamos en toda la correspondencia que allí llegó, que allí ha llegado), vimos el discreto monumento a los inmigrantes españoles republicanos, regresamos al coche, un tornillo clavado en la llanta. Tras una breve escala en la vulcanizadora, nos encaminamos a Mandinga. Allí, en la Cabaña de Tomás, nos comimos unos camarones a la diabla, un pámpano empapelado y preparado al acuyo y, aderezados con la misma especie, unos frijoles, los mejores que jamás hemos comido. Más Zaraza y de regreso al puerto, con escala en un raro paraje: la Isla del Amor. Regresamos al Rívoli. Se hizo de noche. Salimos al puerto. Danzón en la plaza central. Un helado y un agua de horchata de cena. Y no mucho más. Al día siguiente, una nueva visita a la Parroquia (ahora a la recién abierta en Boca del Río, moderna pero con el viejo estilo del café), que ya celebra sus 200 años de existencia. Otra Zaraza y de regreso a la ciudad de México, vía Xalapa, con escalas en Antigua (compramos una cocada con piña, exquisita), El Lencero y su inmensa higuera y el Tío Yeyo en Coatepec, adonde comimos truchas. No tenían Zaraza. Escala en el mercado: compramos acuyo y un manojo de cilantro de río. Regresamos a Xalapa por el camino viejo que una la ciudad con Coatepec, maravillados por los platanes y demás árboles, por las casas allí construidas, por el bosque de niebla. No sabemos cómo, fuimos a dar a Tlaxcala. Y a Puebla. De nuevo a Tlaxcala. De vuelta en Puebla. Esto pasado un tránsito por ninguna parte, visibilidad casi nula: más niebla. Una escala: compramos piñones nuevos y duraznos. Finalmente, la ciudad de México, cerca de 12 horas después de nuestra salida del puerto. Así la Zaraza, así las cosas.

20.9.08

Sábado, 7.22 AM o "This is water, this is water"

Sábado. Madrugada. Salgo de un tibio capullo para entrar a otro, aún frío. Afuera apenas amanece. Y las palabras de David Foster Wallace, con las que me fui a dormir, aún resuenan en mi cabeza:
[T]here are all different kinds of freedom, and the kind that is most precious you will not hear much talked about in the great outside world of winning and achieving and displaying. The really important kind of freedom involves attention, and awareness, and discipline, and effort, and being able truly to care about other people and to sacrifice for them, over and over, in myriad petty little unsexy ways, every day. That is real freedom. The alternative is unconsciousness, the default setting, the "rat race" - the constant gnawing sense of having had and lost some infinite thing.
El texto completo, indispensable, aquí.

Quiero regresar al capullo tibio: en éste hace demasiado frío.

Así el agua, así las cosas.

18.9.08

Game Over (That Joke Isn't Funny Anymore)

1. Uno va al cine. No. Uno asiste a la proyección de una película, una función de prensa en las oficinas de la distribuidora que la promueve. Uno no va solo. MP lo acompaña. Uno sabe que la película es violenta. Pero no sabe, en realidad, nada. Lo que promete ser una agradable matinée, un escape a media mañana del jueves, pronto cede. Se convierte en otra cosa. ¿En qué? Uno aún no encuentra la palabra para calificarlo.

2. Se apaga la luz. La familia --padre, madre, hijo-- viaja abordo de una Range Rover. Detrás de la camioneta, un pequeño velero. Escuchan música. Arias de ópera. Juegan a adivinar quién las compuso, en qué obra aparecen, qué intención tienen. La madre gana. De pronto, una música estridente se manifiesta. Ellos, la familia, no la escuchan. Es uno quien escucha, o padece, a John Zorn. Sabemos, entonces, que algo terrible ocurrirá. Que nadie está a salvo. Que todo capullo puede ser vejado. Regresa el aria de Handel. La familia llega a su destino: una lujosa casa a orillas de un lago. Algo ocurre con sus vecinos. Lo mismo que les sucederá a ellos.

3. Todo anuncia la catástrofe. Lucky, el perro, ladra. Hasta que, fuera de cuadro, Lucky es acallado. Todos serán acallados. Uno será acallado.

4. ¿Quieres irte? le pregunta uno a MP. Ella no dice nada. Permanece junto a uno en la oscuridad de la sala, el capullo vejado. La película transcurre. Discurre sin sobresaltos. No los hay: sabemos lo que ocurrirá. Nada podrá impedirlo. Tres muertes. Violentas. Sin maquillaje. Fuera de cuadro.

5. Sangre, de pronto. Antes, todo blanco, impoluto. Los guantes blancos de los sociópatas. Su vestimenta blanca. Prístina. Después, sangre. Sangre sobre la pantalla de una televisión. Sangre y ruido: automóviles, motores que rugen, la transmisión de una carrera. Sangre sobre el muro, detrás de la televisión. El hijo sobre el suelo. El hijo muerto. Ellos, los asesinos, se van. Uno, MP y ellos, madre y padre, permanecen.

6. Pero no hay escape. Ni siquiera el poderoso instinto de supervivencia de la madre podrá salvarla. Salvarlos. Salvarnos. El hijo muerto. Ella intenta la huida, el rescate acaso. Él, la pierna mancillada, permanece al interior del capullo vejado. Toma una hogaza de pan. La troza. Come. Descubre la inutilidad de su acto. Se saca el pan de la boca. Nada tiene sentido, todo pierde sentido.

7. La madre regresa junto con ellos, los asesinos. Matan al padre, el esposo. Luego se deshacen de ella, como si fuera un pedazo de basura, detrito, un resto de nada. La echan al agua, maniatada. Comida para los peces. Antes, incluso, de que termine el juego. Ella, la madre, desechable. Otra familia, una nueva familia, correrá con la misma suerte. La cámara se congela. Uno de los asesinos, a cuadro, un close up a la cara, nos mira a uno y a MP. Funny Games. Suena de nuevo, estridente, la música de John Zorn.

8. Así Michael Haneke, así las cosas.

15.9.08

Variedad

1. Nada más placentero que contemplar un campo invadido por cosmos, MP incluida en la escena. Antes crecían en la ciudad. O en sus suburbios más cercanos, como La Herradura (o Montebello), adonde crecí. Ahora, para verlos, hay que salir del DF, encaminarse hacia Hidalgo, llegar a Huasca, comer quesadillas de guisado, unas de las mejores del país. E ir más allá, hacia Peña del Aire, lugar asombroso. De regreso, hacer escala en Real del Monte, comer pastes (de papa y de frijol: mis favoritos) en los portales del pueblo. Y regresar, al anochecer, a esta ciudad y sus luces de bajo wattaje.

2. Me entero, apenas ayer, del suicidio de David Foster Wallace, escritor americano de valía, muerto a los 46 años. Y hoy, el colapso de los bancos, la bolsa, en Estados Unidos. Algo apesta en el Imperio. ¿Tripas de salmón en descomposición, cortesía de madame Palin, acaso? Serán, sí, unas elecciones difíciles. Y ganará, como siempre, el miedo: es a lo que nos ha acostumbrado la llamada democracia, en la peor de sus fases: la de la exaltación capitalista. Pero volvamos con Wallace: recomiendo la apreciación hecha por Michiko Kakutani en el New York Times (diario que quizá deje de leer, ahora que Carlos Slim es dueño de cerca del siete por ciento de sus acciones. Supongo que, ahora, en las páginas de dicho periódico se mostrará un México que no es.)

3. Así los días patrios, así las cosas.

11.9.08

Lost Horizon

"When I look at the picture, which is over my desk in Los Angeles, I look for the towers, even though I know it’s impossible for them to be there. It’s hard to look at a photograph of that part of the city, no matter when it was taken, and not want to see them." [Edward Ruscha, Lost Horizon, New York Times, 11/09/08]

Así las torres, así las cosas.

9.9.08

100 años de Cesare Pavese


De no haberse suicidado en 1950 y de haber tenido genes longevos y suerte, Cesare Pavese cumpliría 100 años, hoy. Las palabras finales de su diario, El oficio de vivir, son ya clásicas:
Todo esto da asco.
No palabras. Un gesto. No escribiré más.
Y, en efecto, no escribió más.

Otra entrada de su diario, 7 de diciembre de 1947:
Tanto se ha hablado, descrito, divulgado la alarma por nuestra vida, por nuestro mundo, por nuestra cultura, que ver el sol, las nubes, salir al camino y encontrar hierba, piedras, perros, conmueve como una gracia grande, como un don de Dios, como un sueño. Pero un sueño real, que dura, que existe.
Así los gestos, así las cosas.

7.9.08

Domingo, la lluvia, yo


1. Pasan de las 10. Y así como vino, el fin de semana se va; se fue. Hoy no paró de llover en todo el día, un domingo inglés, ideal para el suicidio como quería Thomas de Quincey. MP trabaja a mi lado. Joe dormita sobre el sillón. Aún no apagan las luces del supermercado de enfrente. Circulan pocos coches por las calles aledañas al edificio. Pero no digo nada.

2. Acabo de autoentrevistarme. Dije que sí a la invitación que me hizo un conocido. Y no sé si me arrepiento. Pero ya lo hice. Releeré el texto mañana a ver qué tan pesado soy.

3. Debo agradecer a las personas que me han escrito, tanto al blog como a una de mis cuentas de correo electrónico, luego de verme en un programa que se transmitió el viernes, con repetición el sábado, por el canal 40: gracias por sus palabras. Allí están las mías para que las lean.

4. Hoy fue la despedida de A, mi más viejo amigo. Se va, junto con su mujer y sus dos hijos, de profesor invitado a una universidad francesa. Dos años.

5. Son las 22.22 ahora que escribo esta frase.

6. Nada más que reportar.

7. O sí, pero no estoy de ánimo.

8. Así la lluvia, así las cosas.

5.9.08

Robert Giroux (1914-2008)

El nombre de Robert Giroux quizá le diga poco a muchos. Su apellido, sumado a otros dos, tal vez resuene en el interior de algunos: Farrar, Straus & Giroux.


La imagen anterior es el logo de una de las mejores editoriales anglosajonas, sello del que Giroux fue una parte fundamental: el editor de fondo, el lector empedernido, el descubridor de nuevas voces y, a la vez, el responsable de los notables fracasos de Harcourt Brace, la editorial en la que trabajó antes de sumarse al trío que le dio cabida a su apellido.

Rescato un par de ellos, según lo cuenta Christopher Lehmann-Haupt en el obituario aparecido, hoy, en el New York Times, ya que retratan muy bien los derroteros y los motivos de la edición independiente (aunque a FSG la compró, finalmente, un grupo editorial):
[Giroux] had edited some of Jack Kerouac’s earlier books but was unprepared a few years later when Kerouac showed up at Harcourt Brace with a manuscript written on sheets of onionskin and teletype paper pasted together and delivered in a roll about 120 feet long. When Mr. Giroux would not agree to the author’s demand that he make no changes in the manuscript, which consisted of only a single paragraph, Mr. Kerouac stalked out, taking his book, “On the Road,” with him. Viking eventually published it, the book became a classic, and the episode became, for Mr. Giroux, a source of painful regret.

Mr. Giroux had also written to J. D. Salinger, offering to publish his short stories, which had been appearing in The New Yorker. He got no response, until one day his secretary announced that a Mr. Salinger was there to see him. Mr. Giroux repeated his short-story offer. Salinger argued that his stories wouldn’t sell until he had published a novel, which he said he was working on. It was about a prep school student named Holden Caulfield, he said, on Christmas vacation in New York City. He assured Mr. Giroux that he would like it, and they shook hands on an agreement to publish it.

More than a year later, Mr. Salinger sent Mr. Giroux the manuscript of “The Catcher in the Rye.” Mr. Giroux was all set to publish it. He was certain it would be a winner. Then Harcourt’s textbook department intervened, saying “Catcher” wasn’t right for the house. Mr. Giroux acceded, forced to reject what turned out to be one of the great successes of the century.

Furious at this interference, Mr. Giroux began looking to move to another house, and in 1955 joined Farrar, Straus & Co. as editor-in-chief. Some 17 of his writers at Harcourt eventually followed him — among them Eliot, Lowell, O’Connor and Malamud — although Mr. Giroux insisted that he had not solicited them.

Así los guardianes en el centeno, así las cosas.

31.8.08

Rothko en Londres


El 26 de septiembre de este año abrirá en la Tate Modern de Londres una retrospectiva de la obra de los últimos años de Mark Rothko. Como preámbulo, el Guardian publica un texto maravilloso de Jonathan Jones, crónica de viaje a la Capilla Rothko en Houston y celebración de la actitud estética del último pintor de la belleza. Aquí un fragmento en mi más libre traducción:
El 25 de febrero de 1970 la galería Tate recibió un regalo sorprendente: ocho pinturas de tamaño mural creadas por Rothko para el restaurante Four Seasons de Nueva York, sito en el edificio Seagrams, aunque, de acuerdo con él, totalmente inapropiadas para el escenario superficial, ruidoso y distractor de un restaurante caro. Motivado por razones personales complicadas --entre las que se contaban su búsqueda de un recorte en el pago de impuestos, su deseo de insultar al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y su admiración por los cuadros de Turner de la Tate--, Rothko otorgó al Reino Unido sus pinturas más accesibles, emotivas y perdurables. Mucho antes de ver un Pollock, me sentaba en el Cuarto de Rothko de la Tate, no deprimido como muchos dicen que el arte de este hombre es, sino sobrecogido y pleno de júbilo. El mismo día que la Tate acuso de recibidas las pinturas, también fue enterada de una noticia horrible: Rothko se había quitado la vida en su estudio de Manhattan, rebanándose las arterias de ambos brazos y desangrándose hasta la muerte.

[On February 25 1970, the Tate took delivery of an astonishing gift: eight mural-sized paintings created by Rothko for the Four Seasons restaurant in New York's Seagram Building, but judged by him to be totally inappropriate for the superficial, noisy, distracting setting of an expensive restaurant. Motivated by complicated reasons of his own - which included his pursuit of a tax break, his desire to insult New York's Museum of Modern Art (MoMA), and his admiration for the Tate's Turners - Rothko gave his most accessible, moving and enduring paintings to Britain. Long before I ever saw a Jackson Pollock, I would sit in the Rothko Room at the Tate, not depressed as some people say they are by this man's art, but awed and exhilarated. The day the Tate took delivery of the paintings, they also received some horrible news: Rothko had killed himself in his Manhattan studio, slicing open arteries in both arms and bleeding to death.]
Así Rothko, así las cosas.

28.8.08

Batallas


Dice Charlie "Bird" Parker, el protagonista de las novelas negras de John Connolly:
Siempre he pensado que en este mundo hay dos clases de personas: los que, impotentes ante el peso del mal que el mundo contiene, se niegan a actuar porque no le ven el sentido, y los que eligen sus batallas y las libran hasta el final, porque comprenden que no hacer nada es infinitamente peor que hacer algo y fracasar.
Lo anterior proviene de The Unquiet (Los atormentados, en español: México/Barcelona, Tusquets, 2008), novela más que recomendable.

Así las batallas, así las cosas.

19.8.08

Variedad

1. Presentaré La hermana falsa en Guadalajara, Jalisco. La cita es este jueves 21 de agosto, a las 8.30 horas, en Casa Vallarta. En la invitación falta mencionar la presencia de Ángel Ortuño en la mesa.


Allí los espero.

2. Recibo un par de fotografías, cortesía de Almadía, editorial independiente sita en Oaxaca. No vienen con el crédito del fotógrafo, pero esta en la que aparecemos MP y yo como venidos de otra época me gusta mucho:

Gracias, pues, a Almadía y a su fotógrafo. Esperamos viajar a Oaxaca pronto, una vez más.

3. Las olimpíadas me resultan indiferentes, pero si las pesco en una televisión pública, las contemplo. Me cae bien Yelena Isinbayeva: saltar con garrocha, ir subiendo, paciente, el "listón". Prefiero esa medalla de oro única que las ocho medallas del Tiburón Phelps. Hay cierta poética en la "caída" a la fama de la Isinbayeva:

Y prefiero esa sonrisa a las lágrimas a las que luego nos acostumbran las rusas cuando ganan alguna copa o campeonato (sí, te hablo a ti, Maria Sharapova, que poco haces ahora en las canchas).

5. Así las garrochas, así las cosas.

16.8.08

9 de agosto de 2007 o Asia in 2.0

El nueve de agosto de 2007, hace un año casi exacto y con 37 recién cumplidos el día anterior, no conocí a Aurelio Asiain –aún no lo conozco, salvo de manera virtual: somos amigos en Facebook–, pero si lo vi en la inauguración de su exposición de fotografías japonesas (la que ilustra el arranque de estas líneas es una de ellas: "Namboku Subway Line, Hongkomagome Station, Ceiling") en la Casa de la Cultura "Jesús Reyes Heroles", sita en la calle de Francisco Sosa, Coyoacán. Fue Luigi Amara quien me sugirió que asistiera, dado que yo buscaba un reseñista para Zugzwang, un libro póstumo de Luis Ignacio Helguera, y ambos pensamos en que Asiain era uno de los candidatos naturales para hacerlo.

Llegué temprano a la inauguración, mucho antes de que la sala se abriera al público, y, de pronto, me sentí indispuesto. Aun así, espere a que se nos permitiera ver las fotos, las vi y me fui sin pedirle la reseña a Aurelio, quien en realidad estaba demasiado ocupado.

Meses después, supe que esa noche, la noche de aquel día de indisposición, tampoco (re)conocí a MP, quien hoy, ahora, escribe junto a mí su versión de estos mismos hechos. Ella estuvo allí, en la Casa de la Cultura "Jesús Reyes Heroles", pero llegó horas después de que yo me fuera, cuando la inauguración llegaba a su término.

Esto lo sé, claro, porque MP misma me lo contó cuando recapitulábamos, una vez más, los hechos de nuestro conocernos. Y es que MP y yo nos conocimos hace más de una década, hace 12 o 13 años, allende 1995 o 1996, cuando ella trabajaba para una editorial y yo me iniciaba en el mundo de las presentaciones literarias. Pero nada, hace una década ni ella reparó en mí ni yo en ella y nuestro vínculo fue breve y meramente profesional.

(Permiso para un paréntesis. Si hago memoria, pienso que, como el título del libro de Luis Ignacio, en aquella época me encontraba en una especie de zugzwang existencial:

Cualquier movimiento que hiciera sobre el tablero de mi vida, entonces, sólo empeoraría mi situación, precaria a partir de la velada en la que presentara los libros que MP me hizo llegar. Pero esa es otra historia y aquí no nos ocupa, así que salgámonos de este paréntesis.)

Volví a ver a MP en la lista de amigos de mi amigo FG en, sí, Facebook (y, lo confieso, pensé que estaría casada con alguno de mis compañeros de secundaria, porque aparecía, también, en la lista de EO. Una foto en blanco y negro, en la que ella, muy guapa, mira a la cámara y más allá de la pantalla:

MP y su cara hermosa, la cara que, aquí a mi lado, mira su cuaderno y escribe palabras similares a estas mientras bebemos un mojito sin alcohol, un calimocho y un tinto de verano, sedientos en Pie de la Cuesta luego de un día de mucho sol y mucha comida y mucho estar muy felizmente juntos en la playa, ante el mar y las mantarrayas que, elegantes, se deslizan dentro de las olas y de pronto brincan, rompen la superficie del mar y regresan a las olas. [De esto hace una semana: ahora ambos transcribimos aquellas palabras, lejos del mar, de la playa y de las mantarrayas, pero igualmente y más felices, luego de comer en el Taro; de fondo, se escucha el Miles Smiles, del Miles Davis Quintet.]

Hay perros y hay niños en la playa, caballos y palomas, zanates, cangrejos ermitaños y gente cuya vida tratamos de adivinar: de dónde vienen, qué los vincula, a qué responde su comportamiento y demás, si se encuentran en zugzwang, en pleno enroque, a punto de coronarse o de decir jaque mate. Pensamos en qué pensarán ellos de nosotros, los que los miramos.

¿Imaginarán que llevamos ocho meses juntos, que el 2 de agosto celebramos nuestro primer beso y el 19 de julio nuestro (re)encuentro, que ella tiene dos hijos y ambos somos divorciados? ¿Pensarán que hemos decidido seguir cruzando umbrales juntos, hoy y mañana, ahora y pronto y más adelante, luego de que una serie de eventos deseados y afortunados se manifestaran? ¿Sabrán que no nos conocimos el 9 de agosto de 2007 en la exposición de Aurelio Asiain, desplazado de Japón a Coyoacán para mostrarnos sus imágenes?

Lo ignoramos. No nos importa, en realidad, lo que ellos, los vecinos de playa que nos miran escribir estas líneas, piensan de nosotros.

Nosotros nos miramos, sonreímos y nos besamos una vez. Otra vez más. Planeamos viajes juntos. Viajes cercanos, viajes lejanos. Queremos, sí, ir a Japón. Quizás allá, finalmente, ambos conozcamos a quien, lo hemos decidido, ya se suma a nuestra lista de padrinos. Beberemos sake y, salud, brindaremos con Aurelio Asiain.

Así MP y yo, así las cosas.

[La versión 1.0 de este texto fue escrita en el Vayma, Pie de la Cuesta, Guerrero, el 5 de agosto de 2008.]

14.8.08

El futuro no es nuestro


Viene de aparecer, o de manifestarse en la red, la antología de narradores latinoamericanos noveles (nacidos entre 1970 y 1980) creada por Diego Tréllez Paz durante los últimos meses (o años, en realidad): El futuro no es nuestro. El trabajo, exhaustivo, ofrece una muestra de voces amplia, procedentes de casi todos los países que se encuentran debajo de la frontera mexicana con Estados Unidos. Así las fronteras cruzadas, así las cosas.

12.8.08

El regreso

Uno quisiera quedarse allí, en una hamaca, en la playa, leyendo La línea de sombra, de Joseph Conrad. Uno quisiera quedarse ante las olas, contemplar el sutil nado de las mantarrayas, olvidarse del flujo y el reflujo del tiempo, allí, protegido del sol bajo la sombra de una palapa.

Pero no.

Uno regresa a esta otra realidad, el ruido de la ciudad allá afuera, levantan un edificio nuevo, otro más. Uno bebé una taza de té verde con jazmín y se prepara para salir a la oficina, hay muchos pendientes por resolver.

Pero no.

Uno permanece un momento más aquí, mira el sol del amanecer desde la ventana del balcón y saborea el momento. Recuerda sus pasos sobre la playa, cuatro pies que la recorren de un extremo al otro; y de regreso sobre los mismos pasos, borrados por el mar.

Así los cangrejos ermitaños, así las cosas.

31.7.08

Varia


1. La presentación de Al pairo fue entrañable. Allí estaba, en el público, el capitán de la Marigalante, tan vital como su nombre, y la velada fue toda marina. Enhorabuena, Humberto. Corran a la librería Rosario Castellanos del FCE por un ejemplar del libro.

2. Hoy terminó la primera, intensa fase de promoción de La hermana falsa. Hay ya varias entrevistas en la red, por si les interesa "leerme" hablar en lenguaje periodístico-cultural. Extraño lo que a veces uno dice... Gracias a todos los reporteros involucrados.

3. Tengo en mis manos un ejemplar recién salido de prensa de la primera novela de Gerardo Piña, La última partida (México: Tusquets, 2008). El arranque del relato es todo un prometedor anzuelo. Lo leeré en la playa, aunque si no estuviera tan cansado lo haría en este mismo momento: muero de curiosidad e intriga.

4. Hoy comí en La vinería con Nicolás: nos la debíamos. Y, al platicarle del proyecto de mi próxima novela, entendí todo. Me esperan tres años intensos: que sea el largo aliento. O lo que sea. De algún modo, ya es.

5. MP hace sus maletas. Viajaremos, de nuevo. Y ya estamos de viaje.

6. Así los desplazamientos, así las cosas.