8.1.08

Sobre la admiración y la noche que brilla, hoy


Primero, una cita de David Markson, tomada de Vanishing Point (2004), como epígrafe:
The speedometer needle after the crash that killed Albert Camus was frozen at 145, in kilometers–meaning roughly 90 miles per hour.

The driver of another vehicle said the car had passed him going faster than that.

[La aguja del velocímetro estaba congelada en 145, en kilómetros, tras el choque que mató a Albert Camus, apenas 90 millas por hora.

[El conductor de otro vehículo dijo que el automóvil lo rebasó a una velocidad mayor que ésa.]
Regreso, entonces, una vez más, al prólogo de la reedición de El revés y el derecho (1958), de Albert Camus, quien dice:
[P]or ser artista empecé a vivir en la admiración, cosa que, en cierto modo, es el paraíso terrestre. [...] De igual forma, mis pasiones humanas nunca han ido "en contra". Los seres a los que he querido han sido siempre mejores y mayores que yo.
Y un poco más adelante:
[C]uando se hace caso omiso del elogio o el homenaje, puede creer el elogiador que lo desdeñamos, siendo así que sólo es de nosotros de quien dudamos.
Sobra decirlo: admiro a Camus. Su obra, sus descripciones del cielo, su vida, su cara, su manera de fumar, el gesto con el que se fue de entre los vivos para sumarse, brillante, a la constelación de los muertos, el 4 de enero de 1960. Puedo elogiarlo ad nauseam: no está más entre nosotros, ignorará todo lo que sobre él yo diga, puedo ser todo lo superlativo que desee: me encuentro, sí, ante un monolito, frente a alguien terminado.

Es fácil admirar a Camus: no me comprometo con nada, menos aún con nadie, cuando lo hago. Puedo abrazarlo en mi mente mientras le saco la lengua, e incluso le escupo, al feo de Sartre, que no sabía ni cómo agarrar un cigarrillo ni, quiero pensarlo, cómo manejar un automóvil a altas velocidades para terminar deshecho contra el tronco de un árbol, con un manuscrito inédito sobre los designios de su origen en la guantera (¿o era en la cajuela?).

No pasa nada, pues, cuando me inclino más hacia Camus, le ofrezco la espalda al estrábico y nauseabundo Sartre y le digo a mi más estimado pied-noir: "Albert, I think this is the beginning of a beautiful friendship." Un aeroplano despega sobre nuestras cabezas, iluminadas por la luz tenue de las farolas entre la niebla. ¿O llovía, más bien? Fade out, a negro.

Camus es mejor y mayor que yo, aunque quizá yo llegue a cumplir más años que los que él celebró. Eso no cambia nada. Lo admiro y lo elogio y no espero algo a cambio, más que las relecturas de sus libros, las biografías que se han escrito sobre él y la contemplación de sus retratos, un asomo, algún día, a su lápida. Y sé que Camus, porque está muerto y para siempre frío y bajo tierra, no desdeña mi elogio, así que no dudo de mí cuando lo celebro, así, en estado puro.

Gracias a Camus puedo escribir, en santa paz, mis humildes novelitas, sin la ambición de crear una literatura ni de sumarme a un canon ni de recibir honores como el premio Nobel a los escasos 44 años. [El año pasado, por cierto, se celebró el medio siglo de la obtención de dicha presea por nuestro mentado Albert.] Tampoco me hace falta marchar en las filas de una familia literaria o intelectual, hacer y recibir favores, detentar cierto podercito cultural, menos aún que se me coloquen los laureles del veleidoso, inquieto statu quo alrededor de la testa. No, gracias.

Admiro a Camus y admiro a la violeta que este invierno me ha dado un par de docenas de flores. Admiro la corta existencia de mi gato. Admiro a mis amigos verdaderos. Admiro los ojos, los retoños y la vida de la mujer a la que amo, feliz en mi acotado paraíso terrenal, terrestre.

Admiro todo eso que es más grande, mejor que yo y que me contiene. Y que me ilumina. Te admiro a ti, que llegaste a este punto de la entrada que aquí concluye y que fue animada por algo que, en este momento, no recuerdo más.

Hoy, la noche brilla.

Al final, la dedicatoria de este texto: A María Paz.

7 comentarios:

Franco Félix dijo...

Leí por ahí que uno de los miedos más grandes de Camus era el de morir en un accidente. Nábokov dijo: Los escritores se mueren de lo que escriben. David, vives lo que escribes, en tu caso. Qué exquisito se lee ese temple. Un abrazo sincero. Favor de hacerlo extensivo a María Paz y Camus.

David Miklos dijo...

Gracias, Kazuo Kanoo. Otro abrazo para ti.

nacho dijo...

Llegué hasta el final de tu post pero no acepto el elogio, je. Creo que Camus es el escritor del desenfado; nadie puede decir que no fuese un individuo comprometido, sin embargo, sus compromisos jamás fueron cimiento para hacerse una estatua. Si se reconoció en su joven momento la obra publicada, él mismo se encargaría de dar la espalda a un final feliz. Desenfado, pues.
Respecto a Sartré no puedo sino coincidir contigo y celebrar lo de "estrábico", je.
Te saludo desde la cuestarriba de enero. nacho mondaca.

Guillermo Núñez dijo...

Recuerdo cuando recordabas "El revés y el derecho", erróneamente, creyendo que ahí se afirmaba que si uno no había escrito una gran cosa antes de los 24 --creo que habías puesto otra fecha-- uno debería tirarse de rodillas de echarse a llorar. Y me lo diste a leer. Y vimos que no decía eso, decía otra cosa. Creo que es admirable que recordaras eso en lugar de lo que decía, pero también ahora que te sirva menos como talismán y más como lectura.
En fin. Yo no sé. Espero estés bien.

Guillermo Núñez dijo...

(Iba a adejtivar lo de "lectura" pero no se me ocurrió qué poner)

David Miklos dijo...

Quizá dije 22 años, Guillermo. Pero, ya lo sabes, soy cabalístico y quiero mucho a ese número, que, si lo duplicas, da 8, mi número favorito.

Nacho: yo nunca hablé del compromiso de Camus. Creo que las estatuas se levantan, sobre todo las personales, por motivos ajenos al compromiso. Y la literatura es todo menos un compromiso. Elogio, admiro, celebro a Camus por lo ya dicho: es un icono importante para mí, sin más compromisos. Un abrazo para ti.

Anónimo dijo...

Estimados,

También amo a Camus, es uno de los gigantes. Leo a Camus como leo a Céline, sin importarme mucho qué ideas tenían lejos de la página. En la literatura el único compromiso que debería haber es el ya conocido de Onetti:

"El único compromiso que acepto es la persistencia en tratar de escribir bien y mejor y encontrar con sinceridad cómo es la vida que me tocó conocer y cómo es la gente condenada a convertirse en personajes de mis libros."

Saludos,


D