Domingo. Mucha luz, aunque el sol escondido. Buen clima: fresco. Me desperté hacia las diez, una proeza. Le debo el buen, reposado sueño a los primeros tres capítulos de Chita, la primera novela de Lafcadio Hearn, original de 1884 y traída a nosotros gracias a los buenos oficios de Los libros de Homero y la notable traducción de Eduardo Charpenel Elorduy. Una real sorpresa. Pero ahora no leo. Ahora postergo, procrastino: la cocina me espera, aunque ya logré arreglar la recámara. Luego será la mesa, esta mesa sobre la que escribo, mi comedor vuelto estudio. Este año terminaré de arreglar el real estudio de esta casa. Aunque me gusta trabajar aquí, sentado en la misma silla en la que MP trabajó durante nuestra reciente vacación invernal. Escribo esto. Escucho un disco formidable: The Freewheelin' Bob Dylan (1963). Es, sin más, perfecto. Es, además, el origen de Dylan (y mírenlo, es otro que sí sabe agarrar un cigarrillo): aquí se le oye igual de maduro que en Modern Times (2006), su más reciente grabación, y en las dos joyas que la anteceden: el abrumador Time Out of Mind (1997; ¡ya pasaron diez años!) y el siempre revelador Love and Theft (2001). Me disculparán los adjetivos, la actitud superlativa ante Dylan, pero no puedo contener mi entusiasmo: pronto lo veremos, aquí, en el Auditorio Nacional, allí donde hace mucho tiempo viera y escuchara a Joan Baez cantar "Blowin' in the Wind", ese himno que conmueve hasta a las piedras (aunque luego hay piedras más humanas que algunos humanos). Lo mío, sin embargo, es Blood on the Tracks (1974): no conozco un disco más perfecto de Dylan, aunque aquí tal vez hable más mi carácter, mi quintaesencia emocional, mi sino sentimental, que mi juicio estético. Claro, puedo seguir con la lista sólo para decir lo obvio: cada disco de Dylan tiene lo suyo y, mayor o menor, es grande. En fin, que es domingo, que termino por ceder a Bringing It All Back Home (1965) y "Subterranean Homesick Blues" me hace bailotear hacia la cocina. Pronto, y el domingo será aún más perfecto entonces, ella estará aquí. Thank you, Bob! [Y claro, comienzo a lavar los trastes y "Love Minus Zero/No Limit" me distrae, me trae de nuevo a la pantalla a transcribirles la letra, muy bienvenida al caso:
[My love she speaks like silence,
Without ideals or violence,
She doesn't have to say she's faithful,
Yet she's true, like ice, like fire.
People carry roses,
Make promises by the hours,
My love she laughs like the flowers,
Valentines can't buy her.
In the dime stores and bus stations,
People talk of situations,
Read books, repeat quotations,
Draw conclusions on the wall.
Some speak of the future,
My love she speaks softly,
She knows there's no success like failure
And that failure's no success at all.
The cloak and dagger dangles,
Madams light the candles.
In ceremonies of the horsemen,
Even the pawn must hold a grudge.
Statues made of match sticks,
Crumble into one another,
My love winks, she does not bother,
She knows too much to argue or to judge.
The bridge at midnight trembles,
The country doctor rambles,
Bankers' nieces seek perfection,
Expecting all the gifts that wise men bring.
The wind howls like a hammer,
The night blows cold and rainy,
My love she's like some raven
At my window with a broken wing.]
4 comentarios:
Uajuju.
Ay, Memo. O bien: ¡Ajúa, Memo!
Hola David:
Joer, qué coincidencia, hoy me levanté escuchando Blonde on Blonde, que por cierto no mencionas. Seguro mi vecino se despertó hoy escuchando Rainy day woman. Espero se haya estrellado contra el techo.
Yo conozco alguna gente a la que no Dylan no le gusta para nada. Allá ellos.
Saludos.
Tampoco mencioné Highway 51 Revisited, que, junto con Blood on the Tracks, Bringing It All Back Home y, sí, Blonde on Blonde, son my Dylan fundamental, querido Duke.
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