15.2.08

Paz


Leía Tempestades de acero de Ernst Jünger, me paseaba con el libro por la vida, entre mi casa, la casa de MP y mi oficina. J me vio con el libro, platicamos sobre los hombres que supieron registrar la Historia, mayúscula, mientras sucedían contenidos por ella, pensamos, junto con Jünger, en Chateaubriand, en Sándor Márai... Pasaron algunos días. Fui a la oficina de nuevo. Pasé por J a su cubículo. Y, con la sonrisa que invade su cara cuando está a punto de tener un gesto amistoso, me dice que tiene un regalo y un préstamo para mí. El regalo: Le souffleur de verre, libro de su amigo Fouad El-Etr, editor del hermoso sello artesanal La Délirante. El préstamo: Aphorismes, de Ernst Jünger, también bajo el sello de La Délirante. Jünger, me cuenta J, fue amigo de Fouad. J dice que cree haber visto a Jünger alguna vez. Abre el libro, su sonrisa crece, se ilumina aún más, y posa el dedo sobre uno de los aforismos, el número 20:

Le Christ russe es ressuscité, mais il ne s'est pas encore nettoyé de la terre.

Y hoy que yo me asomo al libro, finalmente, con calma, una calma que se manifiesta luego de un par de semanas de intenso, feliz vértigo, doy con este aforismo, el número 96:

Rares sont ceux qui méritent qu'on les contredise.

Pienso en J, en cómo nunca había escrito sobre él, en la admiración que me produce, que me provoca, veo su sonrisa iluminada, esos ojos azules, debajo de la amplia, sabia frente que porta con elegancia, los ojos cuyo brillo devela un savoir-vivre que siempre me pacifica.

Paz.

Abro de nuevo el libro, pienso en MP, busco, deliberadamente, el aforismo número 11:

Dans un prose qui renonce aux conclusions, il faut que les phrases soient comme graines et semences.
Así las cosas.



[Este retrato de Jünger, un grabado que acompaña a los aforismos, fue hecho por Raymond Mason, creador de la imagen que aparece en las portadas de cada uno de los libros de La Délirante.]

2 comentarios:

Guillermo Núñez dijo...

Ay David, qué buen post. Creo que hay una ventaja de Jünger sobre Chautebriand. Algo que quizá no sea tan visible en Las Tempestades de Acero, que es, después de todo, una memoria, sino la capacidad de abstraerse de los grandes acontecimientos para anotar lo cotidiano -algo que sólo puede hacerse en un diario, como lo hace. Hablar de bichos y botánica, caray. El tono es más humano, menos endiosado, digamos. Así las cosas etc.

Mariana dijo...

aah, la contradicción. es verdad, pocos la merecen