Luego del viaje en carretera (que fue como un trayecto al interior de un túnel en el que de poco nos enteramos mientras seguíamos las luces traseras de la camioneta de N), nos recibieron las estrellas, muchas, entre una nube que se deshacía. Uno de esos cielos que no existen en el DF. Cenamos, nos fuimos a dormir, dormimos. Nos despertó un gallo. Un gallito, en realidad, con su cacareo. Y, apenas salimos del cuarto, todo fue la luz.
Al desayuno siguió el paseo por el jardín, un terreno del tamaño de, digamos, tres huertas. Un jardín amplio, con distintos jardines interiores. Muchos árboles frutales venidos de distintas latitudes, muchas flores, muchas esquinas perfectas para la contemplación. MP me dijo que quería plantar un jardín como el de Derek Jarman, luego de ver el jardín de C. No puedo más que sumarme a su deseo. Terminó el paseo, comimos, platicamos, la noche de nuevo.
Al día siguiente, la despedida del jardín, muy temprano. Fotos a las flores, al cielo, a MP. Desayunamos. Y regresamos al DF. Así las cosas.
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