15.4.09

Wallander, pausa obligada

Hoy por la mañana terminé de leer la cuarta entrega de la serie Wallander de Henning Mankell: Mannen som log (El hombre sonriente, 1994). Para mi desgracia, la colección Maxi de Tusquets México no ha publicado más que esos cuatro primeros volúmenes, aunque en España ya aparecieron los siguientes dos. ¿Qué hacer? No mucho. Padecer el síndrome de abstinencia. Leer otra cosa. Ser paciente, como recomienda el propio Wallander cuando sus investigaciones llegan a un punto muerto. La calma chicha. Afuera hace calor. No como en Escania, que imagino siempre abatida por el mal clima. El frío. El viento racheado del norte. La nieve inminente. La límpidez gélida del sur sueco. El recuerdo de Baiba Liepa. Las tribulaciones de Kurt Wallander, cada día más humano.

3 comentarios:

Libia dijo...

Hola. Yo sólo he leído el hombre sonriente. Me gustó mucho y el personaje me parece muy bien logrado, pero el final... híjole. El final me parece un poco inverosímil o mal armado, mal cosido. Es demasiado "los buenos ganan porque son buenos" y a Wallander no podía imaginármelo en semejantes arranques de Bruce Willis. Por lo demás me parece muy acertado ver el trabajo y el avance "desde adentro" de la policía local, usando la lógica y los medios a su alcance, sin parafernalias demasiado apantalladoras. Por eso el final me dejó un poco fría: no le creí. Bueno, ojalá me digas qué te parece a ti. Un saludo.

David Miklos dijo...

Yo soy un fan irredento de Wallander y le creo cualquier cosa. Ciertamente, es un emisario del bien y, como tal, la premisa es que gane sus batallas, en una y otra ocasión. A mí me gusta como, paulatinamente, va dejando el escritorio y los designios de la burocracia. Es una especie de Bauer sin todo lo superlativo y excesivo de Bauer. Toda la secuencia final, de una acción que, en efecto, sorprende, me parece bien armada. Claro que Mankell toma sus riesgos y la historia, morosa, complicada, el caso difícil de resolver, estalla como el concreto en las aspas del helicóptero. Un acto de fe es a lo que llama Mankell. Y si uno cree en Wallander, pues, no duda: es lo que es. A mí me ha servido mucho, como escritor, leer a Mankell, situado en la antípoda de lo que yo hago. Me entretiene y me conmueve, Wallander.

Libia dijo...

Me gusta eso que dices: Mankell llama a un acto de fe. A mí me faltó, lo confieso. Sigo creyendo que Wallander es un personajazo y concuerdo con que la manera en que va saliendo del papeleo y la rutina de investigador de buró sustenta muy bien, por ejemplo, las decisiones aparentemente arbitrarias que toma y cómo llega al desenlace; es sólo la escena final: me faltó fe. Wallander, me parece, está hecho para conmover y entretener, precisamente, a los lectores de Mankell y está muy bien hecho. A mí, por ejemplo, cuando entra a su cocina, se toma un café, se sienta en silencio, me recuerda a Marlowe, sentado en su casa (no en el despacho), como si esperara sin esperar. Es conmovedor, sí. Un cosa es cierta: no pienso dejar a Wallander por la paz, leeré al menos la entrega anterior. Gracias por responder y un saludito.