25.3.08

Avestruz

En la novela que escribo un episodio ocurre en una granja de avestruces. Es un viejo episodio, parte de un amplio capítulo escrito hace un par de años, entre la ciudad de México y Jerez de la Frontera, pasando por Newark y encima del océano Atlántico. Hace algunos días, con la novela en pausa por la Semana Santa, fuimos a una granja de avestruces, MP, los niños y yo. Raras aves, casi siempre erguidas, a ratos con las plumas como una armadura al frente, como si nostros, que las mirábamos, fuéramos un peligro y no al revés. Nos advirtieron de su agresividad, sobre todo aquélla de los machos. Pueden dar picotazos, nos dijeron. Pero nada, no pasó nada, les tomamos fotos, recogimos sus plumas, conversamos con ellas. Y, claro, no digo nada: me escapo de la novela, como si, avestruz al fin y al cabo, metiera la cabeza en un agujero cavado en el suelo, cosa que no vimos hacer a los avestruces. Meterme en un pozo, como hacen los personajes de Haruki Murakami, es lo que quisiera hacer ahora, en este momento. Meterme en un pozo y pasar la noche allí, mirando el tránsito de las estrellas allá arriba. Meterme en un pozo y salir, al amanecer, a la luz, con la novela bajo el brazo. La novela empollada. Algo así. Pero no. Dan las 22.44, me preparo una sopa de coditos, quizá vea Raging Bull antes de dormir. Y mañana, al alba, la novela. Acabar, de una buena vez, la novela, que hoy es la maldita novela. Así pasa, supongo. La maldita tercera novela. Quiero acabar con ella. Quiero retomar mis Pájaros muertos. Avestruces vivos. Pero no digo nada. Me distraigo. O eso creo. Comeré sopa, pues. Así las cosas.

3 comentarios:

Guidinsky dijo...

Ya llegará la calma, vaquero, de eso estoy segura. Un beso. Mientras tanto, a disfrutar; hay más goce que tortura, a hacer alquimia, pues...

Douglas dijo...

O como el personaje de El sabor de la cereza de Kiarostami.Interesante imagen.


Un saludo.

D

David Miklos dijo...

Gracias, Doug, y salud.

Gracias, vaquerita mía. Otro beso. La calma es.