
Termino de escribir. Repito el ritual, un ritual que no repetía desde 1998, cuando terminé de escribir la para siempre inédita novela
Surinam en ruinas (aunque algo de ella vio la luz en las páginas de
La gente extraña, hace dos años). Pongo el
Requiem de Fauré, una vieja versión de 1963 dirigida por André Cluytens. Es la tercera vez que lo escucho desde ayer, una vez por cada novela de la trilogía iniciada con
La piel muerta, hoy concluida con
La hermana falsa. No más. Lo que narre, lo que escriba a partir de este momento será distinto. Y será todo para
MP, cuya súbita (re)aparición en mi vida me hizo abrir aún más los ojos, ver la vida de manera no distinta pero sí más atenta, más plena, más
completa. Me despido, pues, de Montebello, el suburbio inventado, y no tanto, adonde nacieron las voces venidas de Puerto Trinidad y otros puertos tristes, triestinos. No más. Exploraré, ahora, puertos más cercanos: Londres, Trieste, Lisboa acaso, así como mi puerto más cercano, MP, mi tierra firme. Así las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario