28.3.08
La hermana falsa
25.3.08
Avestruz
14.3.08
Deadline
Aún amanece. Llevo una hora despierto. Primero desayunó MP. Se fue corriendo a dar clase. Ahora lo hago yo. Té negro con un poco de leche. Pan tostado con mermelada de naranja y manzana. 7.31. Hace tiempo que no escribía aquí. No tengo gran cosa que reportar. Mejor lean esto. Joe duerme junto a la ventana que da al balcón. 7.32. En poco menos de media hora me sentaré a escribir. El 31 de marzo tengo que entregar mi tercera novela. Pronto la concluiré. Terminaré de trabajar el borrador. Un texto inconcluso. 7.37. Tendré que concluirlo. Así las cosas.
9.3.08
El imperio de la superficialidad
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En su número 111 (marzo de 2008), la revista Letras Libres publicó un texto tanto anodino como superficial sobre el Museo Nómada de Gregory Colbert y la exposición que éste alberga, "Ashes and Snow". Mi respuesta a "¿Naturaleza decorativa vs. naturaleza asesina", de Magali Tercero, es la siguiente (que, por algún motivo imponderable, no fue subida al sitio de la revista en la red):
¿Qué clase de texto es éste? Ni crítica, ni reportaje: un amplio comentario (ideal para el blog, no para la versión impresa de la revista), en el que lo único que realmente vale la pena son las (idióticas) declaraciones del descafeinado, falso Gregory Colbert. Coincido con Roberta Smith en todo lo que dice en el New York Times. Y con Magali Tercero, sí, en su percepción spa del Museo Nómada, pero nada más. ¿Por qué no discutir sobre la validez artística de la obra? ¿Por qué no trazar, claramente, la línea entre espectáculo y arte? ¿Por qué confundir "envidia", "celos" y "falta de cojones" con claridad estética y mediática? Una pena, irse por las ramas. Esta nota acaba siendo igual de artificialmente edulcorada que el propio Museo Nómada y el dulce vacío con el que fue relleno.
Más adelante, el pasado 6 de marzo, el "Blog de la redacción" de la mentada revista publicó, finalmente, un comentario más crítico sobre el fenómeno Colbert, firmado por Carlos Bravo Regidor bajo el original título "Safari new age". La nota, quizás un poco más aventurada que la de Tercero, no deja de ser superficial y poco comprometida, tan light como la exposición que la anima.
Como es habitual, Letras Libres dialoga con su propio ombligo y obvia críticas más valiosas, rigurosas, como "El museo nómada: una mentira disfrazada de arte", de José Luis Barrios, aparecida en el suplemento sabatino Confabulario de El Universal. Pero, claro, de Letras Libres y su ensimismamiento liberal puede esperarse todo menos un acercamiento sensible, menos aún crítico, a las artes, por más que promulguen la libertad de la palabra, una falsa pluralidad paciana y un ánimo holístico.
Pura y suave, dulce coyuntura, digo yo.
Así las cosas.
[Corrijo, un día después: finalmente, subieron mi comentario a la nota sobre el texto de Magali Tercero en el sitio de Letras Libres.]
5.3.08
Elocuencia
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Dejemos a Hillary Clinton con su pretendido, comprado momentum. Olvidemos la insinuación de que podría lanzar una candidatura de la mano de Barack Omaba y no especulemos sobre quién sería candidato --ojo: candidato-- a presidente y quién a vicepresidente.
No.
De las elecciones primarias de ayer, lo que cuenta no es la ruptura de la maldición que había ensombrecido a Clinton --es fácil quitarse una sombra con un destello de histeria--, sino la victoria de John McCain y su ungimiento como candidato presidencial republicano a manos de, sí, su antítesis: George W. Bush. Las imágenes capturadas por Stephen Crowley para el New York Times son elocuentes. Más elocuentes aún las declaraciones de McCain ante el apoyo y el abrazo del indeseado W. Dejar de ser un desmarcado, sumarse, en un tris, al statu quo.
¿Por qué no mantenerse al margen, ser un real renegado? ¿Por qué perder, de pronto, el estilo?
He visto al futuro entrar a la Casa Blanca.
Así las cosas.
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We can fight!
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Ayer, mientras Obama no ganaba las primarias en Ohio y en Texas, MP y yo estábamos en el Palacio de Bellas Artes, en compañía de mi lado de la familia. Frente a nosotros, Gidon Kremer y la encarnación actual de su Kremerata Baltica, bajo el siempre impactante telón de Tiffany, cantaban "We can fight!" --únicas palabras de "Per un pugno di dollari" de Ennio Morricone-- en su último encore, luego de un concierto iluminador y una interpretación generosa.
El concierto dio inicio sin Kremer en el escenario; en su lugar, un clavecín, con Reinutt Tepp en su asiento, bajo continuo del tercer Concierto de Brandenburgo de Johann Sebastian Bach (primer y tercer movimientos). Con 11 músicos en el escenario, el repertorio de la noche empezó con ánimo íntimo, luminoso. Luego de Bach, vino el abismal contrapunto de Henryk Mikolaj Górecki: su Concierto para clavecín y cuerdas, opus 40, aún sin Kremer en escena y con Tepp, formidable, al centro de la Kremerata Baltica. La obra, que nunca antes había escuchado, me sorprendió (y pensé en Glass pero con alma y pasiones). Terminado Górecki, Kremer hizo su entrada para dirigir, desde el sitio del primer violín, la apabullante, melancólica Sinfonía de Cámara, opus 110a, de Dimitri Shostakovich, entre la luz y las tinieblas.
Intermedio.
El concierto prosiguió con otra sorpresa: Wie der alte Leiermann, de Leonid Desyatnikov, otra sorpresa. Kremer, de pie, mostró su desapegado, altruista virtuosismo. Para concluir, el percusionista Andrei Pushkarev dejó la banca trasera y los timbales para acompañar a Kremer al centro de la orquesta, en una calurosa, apasionada interpretación de la suite Punta del Este de Ástor Piazzolla, contrapunto alegre a la nostalgia de Shostakovich.
El aplauso, entonces. Un aplauso total (y que daba la impresión de que el Palacio de Bellas Artes estaba lleno y no vacío en dos terceras partes: una pena que la gente se pierda de un concierto de esta talla, lo mejor que ha sucedido en la ciudad desde Dylan, la semana pasada.)
Entonces, los encores. Y, como ya se dijo, "We can fight!" Al final del concierto, Kremer le dio la mano y le sonrió a cada uno de los intérpretes de su Kremerata Baltica --nosotros aprovechamos para abrazarnos, para abrigarnos entre aplausos--, a quienes nos imaginamos los elegidos entre decenas o cientos de músicos bálticos, cada uno, además de parte del conjunto, una personalidad distintiva.
Afuera, el mármol del Palacio de Bellas Artes brillaba, fulguroso de cálida luz báltica.
Y una vez más: "We can fight!"
Así las cosas.
[La imagen de arriba: Gidon Kremer y Arvo Pärt; abajo, el Báltico en febrero, tomado del blog de Mustaa.]
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4.3.08
3.3.08
Citizen Day
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