22.5.09

Últimos días de influenza

1. La alerta ha pasado. Verde de nuevo. Aun así, los estragos del temor a la pandemia todavía se sienten en la ciudad. MP va a hacer un trámite, entrega un proyecto, la instancia pública que lo recibe se muestra reacia a cualquier tipo de contacto, los empleados usan cubre bocas, le desinfectan las manos al entrar, no revisan la documentación, apenas le devuelven un talón de papel con un sello de recibido. Días antes, una declaración del presidente, en la que aduce que el brote de epidemia unió a los mexicanos. ¿Ecos de la solidaridad telúrica de 1985? No lo creo probable. Lejos de unir a los mexicanos, A(H1N1) sembró la semilla del miedo. Y, como nos dijo S. ayer, el miedo separa. En fin. Me asomo a los diarios: la influenza es noticia del pasado. Ahora todo son las próximas elecciones del 5 de julio, esa carrera de descalificación que se consuma en las urnas, cuando se le pide a los mexicanos que confíen en el voto. Los partidos pelean, buscan mostrarse, cada uno, como el más "democrático" de todos, el más límpido, hoy que la transparencia --esa sutil variable de señalar al otro-- está de moda. Los días electorales sustituyen, prestos, a los días de influenza. Una epidemia más. Veo cómo cuelgan carteles en los postes, basura reluciente. Camino a Santa Fe, centenas de carteles azules, en donde se nos invita a seguir a uno de los candidatos a delegado por la delegación Miguel Hidalgo en internet, en una campaña que es un símil de Big Brother: su candidato en vivo, en línea, las 24 horas del día. ¿Será? Todo me parece, hoy más que nunca, una falacia. Y escribiré al respecto. Esperen mis días electorales. Aún hay más.

2. Ayer vimos (o vi, porque MP cayó rendida) L'Heure d'été (La hora del verano, 2008), una película del francés Olivier Assayas. El tema es mejor que el filme: la incomodidad del pasado en los días que corren, más en particular dentro del seno de una familia francesa víctima de las garras de la globalización. Algo así. Tres hermanos, una herencia: la casa de provincia que los vio crecer y que vio los últimos días de su madre, una amante de todo lo hermoso, el arte y demás. Uno de los hermanos, el mayor, es parisino y economista demodé; otro, vive en China y trabaja en una empresa que hace calzado deportivo con mano de obra barata; la hermana, alérgica a lo antiguo, vive en Estados Unidos y se dedica al diseño ultra moderno. El hermano mayor, claro, quiere preservar la casa para sus hijos, para sus nietos; el par de hermanos menores, quiere dinero, venderlo todo, incluso las obras de arte conservadas con celo por su madre, mismas que acabarán en el Museo de Orsay. Carente de drama o acidez tragicómica, la película de Assayas retrata la grisura de un mundo, Francia, en evidente descomposición, en el que no hay siquiera lugar para la inútil nostalgia. Y eso es todo.

2 comentarios:

Vikram Dharma dijo...

Oye, David, cuando estoy leyendo el post, la imagen del virus tiene este efecto visual que parece que aumenta. Estoy mareado. Las esporas vienen hacia mí.
Un abrazo desde Hermosillo.

PP dijo...

El narco mata más personas al día, igual el hambre, pero bueno, la influenza fue la super estrella por dos semanas.