1. Nada más placentero que contemplar un campo invadido por cosmos, MP incluida en la escena. Antes crecían en la ciudad. O en sus suburbios más cercanos, como La Herradura (o Montebello), adonde crecí. Ahora, para verlos, hay que salir del DF, encaminarse hacia Hidalgo, llegar a Huasca, comer quesadillas de guisado, unas de las mejores del país. E ir más allá, hacia Peña del Aire, lugar asombroso. De regreso, hacer escala en Real del Monte, comer pastes (de papa y de frijol: mis favoritos) en los portales del pueblo. Y regresar, al anochecer, a esta ciudad y sus luces de bajo wattaje.
2. Me entero, apenas ayer, del suicidio de David Foster Wallace, escritor americano de valía, muerto a los 46 años. Y hoy, el colapso de los bancos, la bolsa, en Estados Unidos. Algo apesta en el Imperio. ¿Tripas de salmón en descomposición, cortesía de madame Palin, acaso? Serán, sí, unas elecciones difíciles. Y ganará, como siempre, el miedo: es a lo que nos ha acostumbrado la llamada democracia, en la peor de sus fases: la de la exaltación capitalista. Pero volvamos con Wallace: recomiendo la apreciación hecha por Michiko Kakutani en el New York Times (diario que quizá deje de leer, ahora que Carlos Slim es dueño de cerca del siete por ciento de sus acciones. Supongo que, ahora, en las páginas de dicho periódico se mostrará un México que no es.)
3. Así los días patrios, así las cosas.
8 comentarios:
A propósito, David, lo que más me cabrea de este lugar es lo que menciona Kurt Vonnegut en algún lado: el odio a los pobres en este país, el odio que los pobres se tienen a sí mismos. Si eres pobre algún pecado inconfesable debes haber cometido. Si eres rico, en cambio se te perdona todo, y el gobierno está presto a salvarte. El comunismo de los ricos. Eso.
Un abrazo,
D
Así es, querido D. Lo peor: allá, como acá, los pobres son legión, aunque aún más domésticada por los designios del capitalismo y la cultura de consumo. Mismo fenómeno, aunque acá sean menos los recursos. Y terrible la educación. Un traspatio de EUA somos, seremos. Abrazo, D.
Querido David:
Te pongo mis comentarios varios, enumerados como tu entrada:
1. Los pastes se me hacen la cosa más seca que existe en este mundo. Por ello, el único que puedo comer, sin que se me atore en el gaznate, es el menos típico: el de mole verde. Ja, ja, ja. Pero esa región de Hidalgo es bellísima. Totalmente de acuerdo.
2. No he leído a Wallace. Habrá que hacerlo.
3. Sí, me temo que ganará el miedo en Estados Unidos y que este mundo ya no saldrá del hoyo en el que está desde hace varios años.
4. Entiendo que estés reacio a seguir leyendo el NY Times, pero híjole, es que entonces también habría que dejar de usar el teléfono, el celular, y el internet. Y, de todos modos, no creo que haya ningún medio nacional ni internacional que nos muestre el México que sí es.
Un abrazo
pastes en Real del Monte, los de Tejada, y lugares Peñas Cargadas y el Panteón Inglés...
Es curioso, querida Sandra: dos de los cuatro viajeros que éramos coincidieron contigo en el asunto de los pastes de mole verde. Mi problema: los de frijol y los de papa, son verdaderos pastes a la Cornwall. Los demás, son empanadas a la mexicana. Y soy puritano con la comida.
Y, sí, pensé en dejar de consumir cualquier cosa relacionada con Slim. Así se hacen los millonarios en México, con espíritu de cuentachiles. Me abruma pensar en cuántos pesos míos y de millones de mexicanos se van al bolsillo de ese fulano monopolizador. Un franco y real asco.
Pobre México. Y de EUA, ya ni hablar: como dice D, acá arriba, los ricos salvan a los ricos, los bancos salvan a los otros bancos. El comunismo millonario.
Un abrazo también.
¡No mames! Me entero de la noticia por tu blog, David. Es como saber que un buen amigo ha muerto. Así, nada más. No puedo creer lo de Foster Wallace. Justo alguien cercano hizo lo mismo ayer.
Marica:
Me di un rol por la red, y decidí saludarte.
Un gusto leerte. Ojalá te tope pronto, para esos tacos de carnitas pendientes.
J.
In response to a question about what being an American was like for him at the end of the 20th century, he (David Foster Wallace) told the online magazine Salon in 1996 that there was something sad about it, but not as a reaction to the news or current events. “It’s more like a stomach-level sadness,” he said. “I see it in myself and my friends in different ways. It manifests itself as a kind of lostness.” --sacado del obituario del NYT.
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