1. Uno va al cine. No. Uno asiste a la proyección de una película, una función de prensa en las oficinas de la distribuidora que la promueve. Uno no va solo. MP lo acompaña. Uno sabe que la película es violenta. Pero no sabe, en realidad, nada. Lo que promete ser una agradable matinée, un escape a media mañana del jueves, pronto cede. Se convierte en otra cosa. ¿En qué? Uno aún no encuentra la palabra para calificarlo.
2. Se apaga la luz. La familia --padre, madre, hijo-- viaja abordo de una Range Rover. Detrás de la camioneta, un pequeño velero. Escuchan música. Arias de ópera. Juegan a adivinar quién las compuso, en qué obra aparecen, qué intención tienen. La madre gana. De pronto, una música estridente se manifiesta. Ellos, la familia, no la escuchan. Es uno quien escucha, o padece, a John Zorn. Sabemos, entonces, que algo terrible ocurrirá. Que nadie está a salvo. Que todo capullo puede ser vejado. Regresa el aria de Handel. La familia llega a su destino: una lujosa casa a orillas de un lago. Algo ocurre con sus vecinos. Lo mismo que les sucederá a ellos.
3. Todo anuncia la catástrofe. Lucky, el perro, ladra. Hasta que, fuera de cuadro, Lucky es acallado. Todos serán acallados. Uno será acallado.
4. ¿Quieres irte? le pregunta uno a MP. Ella no dice nada. Permanece junto a uno en la oscuridad de la sala, el capullo vejado. La película transcurre. Discurre sin sobresaltos. No los hay: sabemos lo que ocurrirá. Nada podrá impedirlo. Tres muertes. Violentas. Sin maquillaje. Fuera de cuadro.
5. Sangre, de pronto. Antes, todo blanco, impoluto. Los guantes blancos de los sociópatas. Su vestimenta blanca. Prístina. Después, sangre. Sangre sobre la pantalla de una televisión. Sangre y ruido: automóviles, motores que rugen, la transmisión de una carrera. Sangre sobre el muro, detrás de la televisión. El hijo sobre el suelo. El hijo muerto. Ellos, los asesinos, se van. Uno, MP y ellos, madre y padre, permanecen.
6. Pero no hay escape. Ni siquiera el poderoso instinto de supervivencia de la madre podrá salvarla. Salvarlos. Salvarnos. El hijo muerto. Ella intenta la huida, el rescate acaso. Él, la pierna mancillada, permanece al interior del capullo vejado. Toma una hogaza de pan. La troza. Come. Descubre la inutilidad de su acto. Se saca el pan de la boca. Nada tiene sentido, todo pierde sentido.
7. La madre regresa junto con ellos, los asesinos. Matan al padre, el esposo. Luego se deshacen de ella, como si fuera un pedazo de basura, detrito, un resto de nada. La echan al agua, maniatada. Comida para los peces. Antes, incluso, de que termine el juego. Ella, la madre, desechable. Otra familia, una nueva familia, correrá con la misma suerte. La cámara se congela. Uno de los asesinos, a cuadro, un close up a la cara, nos mira a uno y a MP. Funny Games. Suena de nuevo, estridente, la música de John Zorn.
8. Así Michael Haneke, así las cosas.
5 comentarios:
argh!, hace un tiempo por la noche los Funny Games de Haneke, eran programados en el cinema golden choise.
Bueno, la original me movió muchas cosas, así que desde hace meses espero con ansia el estreno de ésta, que dicen no le pide nada a la anterior. No pude ir a la función de prensa, así que tendré que esperar una semana más...
Y lo peor es que el Game over no ha acabado. Luego de 24 horas de la exhibición, uno sigue "Haneckeando" durísimo. El poder del cine pero, más allá de eso el gran poder de un gran cineasta. Nos guste o no.
http://www.premiere.com.mx/?q=node/301
Mühe Vs Roth
Watts Vs Lothar
Gran diferencia no hay "muy" a pesar a diez años del re-make...
Sin embargo, y estoy seguro, todos quisieramos jugar el juego e interrumpirlo y manipularlo con el control remoto...
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