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22.9.09
Agua
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21.9.09
El nuevo ropaje del (falso) emperador
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17.9.09
Farsa, fraude y mermelada
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farsa.1. f. Pieza cómica, breve por lo común, y sin más objeto que hacer reír.
3. f. despect. Obra dramática desarreglada, chabacana y grotesca.
fraude.
1. m. Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete.
2. m. Acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros.
3. m. Der. Delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos, o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos.
Pero esto es mera necedad, relacionada con la entrada anterior de este blog, y dejo que el lector/la lectora especule sobre el porqué de la inclusión de este par de definiciones en El salto del salmón. A lo que sigue, pues.
2. Estábamos en el supermercado --el Superama de Renato Leduc y Calzada de Tlalpan, para más señas, en donde se nos va una buena porción de sendas quincenas-- cuando, en el pasillo de las conservas y demás delicias preservadas en azúcar, un frasco de mermelada St. Dalfour --creo que era de cassis; costaba cerca de 50 pesos-- se precipitó al suelo. Esto durante el debate que sostenía con los niños y que consistía en si nos llevábamos un frasco de mermelada Smuckers --la más barata-- o de La vieja fábrica --precio intermedio--, ambas de frambuesas. Justo nos decidíamos por esta última cuando, ay, la mentada mermelada de frutillas oscuras se desplomó.
Quise regañar al niño que se encontraba más cerca del estante, pero no estaba seguro de su culpabilidad; a veces, sin más, las cosas caen al suelo, sobre todo en los supermercados, y supuse que Superama --menudas aliteraciones, su-su-su-- tendría un seguro contra accidentes imponderables. Además, no había nadie a nuestro alrededor, ningún moro en la costa, cero testigos que pudieran demostrar lo ocurrido, que nosotros tampoco sabíamos lo que era. Así las cosas, proseguimos con la compra.
Y volvimos sobre nuestros pasos en no sólo una, sino en dos ocasiones: el corredor de las conservas nos atraía como un imán, y regresamos, primero, por miel, luego, sin querer, por harina, que estaba en otro pasillo, asunto que no nos impidió pasar nuevamente junto al frasco roto, la mermelada derramada, el cassis azucarado, vertido sobre el suelo. A esas alturas de la compra, en la costa ya se habían manifestado un moro --llevaba camisa negra-- y un azul --un guardia de esos que no tienen autoridad más allá de las fronteras del súper--, pero sendos hombres nos dejaron pasar y no dijeron palabra. Buscarán a alguien más, pensamos los niños y yo, y nos encaminamos a la caja.
El total de nuestra compra: 707 pesos con algunos centavos, de esos nuevos centavos ínfimos que se pierden en los bolsillos como náufragos de la economía. Ya sacaba yo los billetes cuando el moro se apersonó en la caja y dijo algo al oído del cajero, por lo que no nos dimos por aludidos. Sin embargo, el cajero nos dijo que teníamos que pagar un frasco de mermelada St. Dalfour de cassis. ¿Por qué? lo increpé. Y entonces sí intervino el moro: Tiene que pagar la mermelada que rompieron los niños. ¿Cómo sabe que fueron los niños y que el frasco no cayó al suelo por voluntad propia? Fueron los niños, insisitió el moro y no pude más que ofenderme. Mire, señor, yo vengo a este súper, como mínimo, una vez por semana y le dejo buena parte de mi quincena, que digo mi quincena, de la quincena de mi mujer también.
El hombre no comprendió mi razonamiento, así que continué: Además, seguramente su súper supermercado tendrá un seguro que cubra dichas impericias de los objetos inanimados. El hombre calló, su silencio tan negro como su camisa. Luego dijo, me ordenó: Pague la mermelada. Yo me insuflé y le espeté: No pagaré nada, usted me cobra ese frasco y yo no regreso más a su súper. El cajero nos interrumpió, me dijo que faltaban siete pesos. Me desembaracé de una moneda de diez y esperé el cambio. Saldada la cuenta, le dije a los niños: Vámonos.
El moro se mantuvo impasible, congelado junto al cajero. Dos guardias de azul obstruían la salida, pero el carrito, amenazante como un galeón pirata, encontró el modo de pasar entre ellos y desfilamos, flanqueados por la ley del súper, los niños y yo hacia la libertad del estacionamiento, lejos de la costa en la que había ocurrido la pequeña catástrofe del cassis.
Apenas arrancamos, los niños salieron de su mutismo y, claro, comenzaron a hacerme preguntas. La más importante de todas no supe --o no quise-- responderla: ¿Qué es el cassis, David?
Fin.
15.9.09
Pataletas
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9.9.09
Notas de un miércoles a las 8.23 de la mañana
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1. Detrás de mí, uno de los gatos juega. No ha descubierto que su cola le pertenece. La persigue. Corre alrededor de sí mismo. De pronto, estalla y escala el sillón, corre de uno a otro extremo del estudio. Maúlla. Se queja ante esa presa inconseguible. Ahora, brinca sobre una caja de cartón. Y allí permanece, adormecido. Se espabila de nuevo. Alcanza mi saco, muerde uno de sus botones. Sale disparado hacia los libros que hay bajo la mesa. Reinicia su periplo, su perenne odisea, una y otra vez.
2. Ayer vimos al bebé de nuevo. 15 semanas. Es cada vez más grande. Y cada vez es más fácil distinguirlo, contemplar la solidez de su fémur, los dedos perfectos de sus manos, la espina dorsal inmaculada, su cabeza, el perfil epifánico de su nariz y de su boca, de la frente que contiene su pequeño, gran cerebro. MP reposa mientras nuestro doctor desliza el "visor" del ultrasonido sobre su vientre. Todo es apacible allí. Momentos después, lo escuchamos. Escuchamos el corazón que late, veloz, mucho más rápido que cualquiera de los corazones adultos que lo contemplamos. Es, entiendo, el sonido de la creación del mundo.
3. La violeta ha florecido por tercera vez este año. Sus flores son de un púrpura profundo, las hojas, en su ordenado desorden, dotadas de un verdor intenso. Pienso en todo lo que ha sobrevivido esa planta, mudanzas y caídas, días sin agua, jornadas de demasiado sol. Yace allí, impertérrita, sobre el escritorio, asomada detrás del monitor que ve nacer estas letras, esta suma de palabras, esta frase que aquí, ahora, termina.
3.9.09
Gray/Phoenix
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