24.2.09

Sándor Márai (1900-1989)

Es domingo. MP y yo comemos con mi familia. De salida, pasamos por la Gandhi de las Lomas. Allí, descubrimos varias pilas del mismo libro. Es 22 de febrero. Hace 20 años y un día, Sándor Márai, el novelista húngaro hoy de pronto redivivo, se quitó la vida. Esto lo descubro ayer por la noche, cuando reviso las notas que acompañan a Diarios. 1984-1989 (Barcelona: Salamandra, 1988), el registro del último, trunco lustro de Márai. Lo que arriba se lee es la única entrada correspondiente a 1989, fechada el 15 de enero, la última entrada de una larga serie de diarios iniciada medio siglo atrás:
Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora.
Sándor Márai se metió un tiro tres semanas después, poco antes de cumplir 89 años. Vivía en el exilio, al principio obligado, luego voluntario --su patria era el idioma húngaro, escribe--, en San Diego, California. Allí vio morir a su esposa, L., y se quedó solo. Olvidado pero no. Definitivamente viejo. Y cándidamente sabio.

En sus últimos diarios, Márai reflexiona sobre la enfermedad, la muerte, Hungría en la distancia, los sucesos que salpimentan su devenir cotidiano, la vida en Estados Unidos, el arte, la literatura sometida a la industria editorial y todo lo que hoy, a 20 años de su último gesto, nos sigue aquejando:
Hoy en día, el escritor que intenta crear algo diferente de lo que la industria de consumo produce para alimentar a los lectores es como el cojo que anda con prótesis, pero de todas formas intenta presentarse a una carrera de cien metros.
No queda más que correr. Sin prisa. A pesar de todo, Sándor Márai llegó a la meta --alcanzó el listón literario que se impuso--, tanto vivo como muerto.

6 comentarios:

Douglas dijo...

Aquí van publicando lo de Márai poco a poco. En noviembre salió La herencia de Esther. Los diarios vienen pronto, espero. Pero nada como leer a Márai mientras esperamos el llamamiento a filas, mi estimado D.

Salud,

Guidinsky dijo...

Vaquero, al parecer, La Jornada sí lo recordó. Te envío el link en caso de que no lo hayas todavía visto: http://www.jornada.unam.mx/2009/02/21/index.php?section=cultura&article=a04n1cul&partner=rss
Y sí, correr sin prisa. Si la meta no es del todo clara, correr entonces para hallarla en lo que nos quede por vivir. Je t'aime.
MPdeD

Trajesdedías dijo...

Gracias por compartirnos ese Márai. A diario cabría la duda de darse un dísparo. Ojalá nunca llegue la meta, porque ésta secuestra al sueño y termina haciéndonos ojos cerrados.

un abrazo fuerte!
tu amigo,
isaac g.

Unknown dijo...

Mi querido david, desde el otro día te quería decir que he disfrutado mucho tu blog, aún cuando soy poco asiduo a navegar por internet, felicidades. Me detuve a leer tu comentario de los diarios de Márai y me emocionó el hecho de poder tenerlos, trataré de comprarlos a la brevedad.
En un par de libros que he leído de él --La herencia de Esther y El Último encuentro-- me llamó mucho la atención, al leer la solapa de los mismos, el desenlace poco común de este escritor que he disfrutado mucho. Digo poco común por la avanzada edad a la que decide quitarse la vida. Estos temas de vida, muerte y sobre todo, la manera en que los hombres sobre llevamos nuestra existencia se me hacen por demás profundos y dignos de explorar. Vivirlo desde la experiencia de Sándor Márai debe ser simplemente enriquecedor.
Un abrazo. Isidro López

David Miklos dijo...

Mi querido Isidro,

gracias por leer el blog. Seguro conseguirás, pronto, el libro de Márai: lo he visto en varias librerías. Cuando escribí la entrada, apenas comenzaba a leerlo. Es un libro terrible, muy rudo, existencialmente hablando. Un anciano de 88 años que se suicida. Sus reflexiones sobre la vida y su sentido son muy básicas y llanas, sabias de tanto tiempo que ha pasado por él. Fue un gran novelista, emblema de una época (y una moral) que no es más. Están allí, también, sus diarios más tempranos. Todo recomendable. Ya platicaremos al respecto.

Un abrazo grande,

David.

Unknown dijo...

Qué emoción y qué miedo leer de alguien que me enseña tanto, que muestra tanto, esos días tan oscuros. Hay que hacerlo. Un abrazo.