14.5.08

Ola/Shul

1. Cuando estaba triste me iba a caminar a Holland Park, para luego sentarme en una banca del Kyoto Garden. En mi recorrido me topaba con una ola. Una gran ola de metal. Una ola furiosa, calma en realidad. Me detenía y contemplaba la ola. Luego proseguía con mi andar y llegaba al jardín japonés a meditar, a sopesar mi vida en Londres. Un día, la ola no estaba más allí. Esto sucedió entre los años 2000 y 2001.


2. A tres años de mi regreso a México, pude sentarme a (re)escribir mi primera novela, La piel muerta. Una novela en la que el mar, ausente, es una omnipresencia. Un año después, conseguí desprenderme de mi segunda novela, La gente extraña, en la que el mar es el personaje principal del libro. El mar y una ola esculpida en metal, desplazada de la costa.

3. El libro llamó mi atención mientras subía por una escalera eléctrica de la Barnes & Noble de Santa Monica, California (llevaba el manuscrito de La gente extraña conmigo; lo terminé de corregir sentado en una banca con vista al océano Pacífico). Tanto llamó mi atención que bajé de nuevo y me acerqué a la mesa de novedades para tomar un ejemplar de A Field Guide to Getting Lost, de Rebecca Solnit. Cosa rara en mí, lo leí casi de inmediato. Supe entonces lo que era un shul (la palabra es tibetana): "the impression of something that used to be there", la impresión, en un sentido de registro, de algo que solía estar allí.


4. Hoy por la mañana recibí el siguiente correo:

I confirm that I am the sculptor who made 'Kanagawa', the bronze wave that was exhibited in the 'Bronze Exhibition' in Holland Park in the millennium year.
Regards
William Pye
5. Contemplo, de nueva cuenta, la ola que miraba en Holland Park. Ahora, sé que es un homenaje a la Gran ola de Hokusai (1826-1833).


6. Hoy mandé la versión definitiva de La hermana falsa, con correcciones, a mi editorial. El libro se formará estos días. En sus páginas, aparece aquella ola esculpida en metal --esa ola y su ausencia, también--, desplazada de Holland Park a mi novela. Los protagonistas llevan todos el mismo apellido: Shul.

7. No he vuelto a Londres. Pero Londres siempre vuelve a mí. Una ola que rellena el shul, la huella de la ciudad en mí.

8. Así las cosas.

5 comentarios:

María (ahora en paz) dijo...

Qué hermoso texto, mi amor. Lleno de poesía, tanto en las palabras como en las imágenes. Enorme, la ola de Pye. Hermosa, en toda su amplitud, la de Kanagawa. Las dos olas encontrarán una manera justa de abrevar, de seguir ondeando en tus libros.
Con amor,
Tu MP y pd: Vamos a B.A., a Londres, a Portugal y a Trieste. A París, a visitar a Alain y a todos los lugares, posibles e inimaginables, contigo, de la mano.

Guillermo Núñez dijo...

Así los cocos.

Mariana dijo...

me encanta solnit, me encantan las olas, me encanta el mar. felicidades por la hermana, ya queremos verla impresa.

Ana dijo...

A veces la inspiración llega así, desde objetos o momentos que parecen no ser nada, pero que por lo que significan en nuestras vidas, nuestros viajes o en nuestras rutinas se convierten en algo importante. Cuando llegamos a imaginar otros mundos y otras realidades incluimos esas cosas simples pero importantes, para poder darle un sentido de familiaridad a ese nuevo mundo y sentirlo aún más nuestro.

Eduardo dijo...

Hola... o la Ola
Vago, navego "à la vague"