5.5.10

Colmado (La vida en Santo Domingo, 1)

Primer día. El viaje comenzó a las cuatro de la mañana del viernes. El avión, un Boeing de Copa, despegó a tiempo. Tres horas después, la escala en Panamá: fugaz. Y dos horas después, el aterrizaje en La Española, campos de baseball por todos lados, al borde del mar. Hay que pagar diez dólares de cover para entrar al país: República Dominicana nos recibe con un sutil sablazo. Poco puede decirse de Santo Domingo en un primer momento, es fácil caer en falsas impresiones. La ciudad no se deja descifrar de inmediato. Entendemos, sí, que es la capital primada de América. Vemos un fuerte. El asomo de una ciudad colonial. Colón aquí y allá. Un malecón. Mucho ruido. Motonetas. Camiones materialistas. Coches destartalados. Guaguas. Autos de lujo. Una avenida invadida por vehículos de toda procedencia y tamaño. Casinos, de pronto. Grandes hoteles al borde del mar, sin playa. Luego de instalarme en el cuarto, bajar al lobby, salir a la calle, explorar esa parte de la ciudad con mi amiga B. El ruido, de nuevo. El malecón invadido por los gases que exhalan los escapes de los vehículos. El demasiado calor. El mar impasible. De pronto, un pequeño parque. Un anciano en una banca. ¿Sabe dónde queda la zona colonial? La cara de no entendernos. ¿Sabe dónde podemos tomar algo? La sonrisa, la afirmación, la mano que se alza y señala un lugar en contraesquina del parque, más allá del malecón. Es, sí, un colmado. Una suerte de abarrotería con mesas y sillas de plástico en la banqueta. Allí nos sentamos, el mar oculto por un Toyota rojo (destartalado), ante una casa casi en ruinas. Bebemos cerveza en vasos de plástico. Cerveza Presidente. Una primera probada a la isla. La cerveza, pilsner, es muy buena. Las frituras también. Yuca. Atardece. Cede el calor, aunque no mucho. De regreso en el hotel, rendido, leo en la guía que compré antes de viajar a la isla que no hay nada más dominicano que sentarse en un colmado y vaciar un par de botellas de Presidente. Así las cosas, el bautizo en la costumbre magna de la isla ha sido accidental. Comienza, pues, el breve viaje.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola David, por casualidad encontré esta entrada tuya; me gustó mucho de que te sintieras dominicano, tomando una Presidente en un colmado de Santo Domingo (de las frituras mejor no hablar: son deliciosas). Eché un vistazo a nuestro intercambio de mensajes y me di cuenta que eran del 2008! Cómo pasó el tiempo! Te felicito por la paternidad, máxime de una niña; las niñas son especiales, ya lo verás (te lo digo por experiencia: tras dos chicos llegó Lari, un ser especial). Un saludo desde Pécs, Hungría.