21.9.09
El nuevo ropaje del (falso) emperador
Es difícil no indignarse ante el abuso de autoridad, fenómeno que, en México, tiene facetas y variaciones infinitas. Hoy, por ejemplo, releo una nota aparecida ayer en el Reforma, en la que Enrique Krauze hace un engañoso recuento de las novedades editoriales fruto del 2010, año del centenario/bicentenario de la revolución y de la independencia mexicanas. Lejos de ofrecer una lista bibliográfica, el opinionista prefiere atender el fenómeno de manera asaz sospechosa, y se contenta con mentar tres nombres en el rubro dedicado a la novela histórica, el más paupérrimo de los géneros dentro del crisol que nos ocupa. Entendemos que a Krauze le gustan tan sólo tres narradores que reconstruyen tal o cuál momento de la historia: Fernando del Paso, Enrique Serna y C.M. Mayo (que no es otra sino la mujer de Agustín Carstens: siempre valdrá la pena estár en buenos términos con Hacienda, ¿no?). De los dos primeros, menciona un par de novelas que ya no son novedad, una de ellas un real clásico actual: Noticias del Imperio. No me atrevería a decir lo mismo de la novela de Serna dedicada a Santa Anna, aunque la prefiero por encima de cualquier fruto del mercachiflismo editorial que rellena las mesas de novedades con mamotretos oportunistas e intrascendentes, obras hechas al vapor del momento y con el ansia del que busca, sin real éxito, convertirse en un best-seller. Pero no es el estante de la "novela histórica" el real motor de esta entrada, sino aquéllos que Krauze le dedica tanto a la "biografía" como a la "crítica histórica". En el primer apartado, el autor celebra la iniciativa de su propia editorial: "Aunque en México ha habido pocos biógrafos, una nueva generación puede dar buenas sorpresas. Bajo el sello Tusquets, por ejemplo, ya comienza a circular una serie de novedosas biografías." Hasta donde este lector comprende, Krauze se refiere a la colección "Centenarios", misma que, a la fecha, cuenta con apenas una biografía: el magnífico Carranza, de Luis Barrón. El primer libro de la serie se inscribe, más bien, en el segundo rubro: el notable Historia y celebración, de Mauricio Tenorio Trillo, manual de uso/abuso histórico, ocurrente en donde los haya. Sin embargo, Krauze no hace referencia a ellos y deja en las mismas al lector de a pie; tampoco dice que, en dicha colección, se reeditó una versión aumentada del Recordatorio de Federico Gamboa, de Álvaro Uribe, que no es ni biografía ni crítica histórica, sino un muy logrado divertimento de divulgación, revestido de ejercicio de admiración. ¿Por qué procede así el director de Letras Libres? Supongo que, como es habitual en el mexicano, a Krauze le pesa el fruto de un trabajo mejor realizado que el propio; ergo, el ninguneo --o el silencio; o el insulto--, actitud habitual de aquellos incapaces de celebrar tanto a sus pares como a sus superiores, a los que se busca minimizar para pensarse, por omisión y soberbia, por encima de ellos. Así, la autoridad máxima es uno mismo, y, pues, da igual que se vista el disfraz imaginario del emperador de la divulgación histórica, total, todos son ciegos ante su investidura. ["La cosecha editorial del 2010", refrita, puede leerse aquí.]
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8 comentarios:
Oye David, pero, o sea, no entiendo qué es lo que discutes. Es claro que como recuento bibliográfico de novedades el texto de Krauze no sirve, pero tampoco es lo que pretende, como se lee desde el inicio; lo que se pretende en la nota es ofrecer "algunas reflexiones, deseos y prevenciones dirigidos a editores y lectores, para mejorar la próxima cosecha". Dinos, pues, qué opinas de esas reflexiones, si tan grave te parece. En fin, que no sé, para terminar, si sea esa una autoridad a la que debamos atender o si podamos afirmar que se trata de una autoridad que abusa. Si se trata de leer historia y de leer buena historia, creo que no tienes problemas para saber dónde debe hacerse.
¿No sabes lo que discuto o quieres provocarme, Guillermo? Sí, en el artículo se dice que se ofrecerán "reflexiones, deseos y prevenciones", asunto que, me temo, tendrá sin mucho cuidado al lector de a pie, que es el que suele consumir los diarios. Lo que discuto es que, entrado en particulares, el opinionista se va por las ramas y evita citar allí donde sería pertinente hacerlo: ofrecerle a los lectores, amén de sus buenos deseos editoriales, obras para que consulten. No entiendo, como digo en el texto, ni su arbitrario "name-dropping" en la sección de novela histórica ni su incorrecta descripción de lo que Tusquets hace (como también digo). (Además de eso, y por tu culpa, acabo de tirarme un café encima.) Claro que sé, por exposición, adónde encontrar buena historia. Y claro que sabes, lagartirijillo provocador, lo que discuto.
Yo no quería que tiraras el café. :(
No quería provocarte.
Ya no te voy a decir cosas. :(
Entiendo lo que dices, pero no entiendo por qué lo dices a partir de ese texto. Me temo, pues, que nomás Krauze abra el pico, tú vas a decir que lo abre mal.
Mira. David. Tú eres mi amigo. Y te quiero mucho. Y te digo: ¡Atiende a las virtudes menos luminosas!
Tienes razón, como muchas veces, querido Guillermo. Por la mañana leí tu entrada sobre Conrad y si bien no me arrepentí de haber escrito esta última entrada, si pensé que hubiera sido mejor no hacerlo. ¿Para qué? Sin embargo, y como le comentaba a otro buen amigo, cuando me da gripa se me apaga cierta neurona que, poco virtuosamente, me hace indignarme ante lo que leo y, de manera inútil acaso, responder. (Y, luego, tirarme el café encima: en cinco años que llevo en el CIDE, nunca me había pasado; quizá sea el cambio de orientación de mi nuevo cubículo; o el arribo de Anna; claro que no es tu culpa, yo nada más decía y cantaba la de Chayanne y la provocación.) En fin. Más Conrad, menos... Ya sabemos qué menos.
Menos, concuerdo.
Arriba Conrad.
Canijo Guillermo a mí también siempre me haces caer el café.
Saludos.
¿Ves? Provocas, Guillermo, nos tiras el café encima con tu poderes de templanza telepática. Salud, Doug.
saludos, me encanta el pez que está al final de tu página :D
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