Mientras contemplo cómo el Dow zozobra --parece avión que aterriza en el Hudson y flota hacia el sur de la isla, a la deriva--, aparecen en pantalla las nominaciones de los premios de la Academia, es decir, los famosos y dorados Óscares. ¿Qué les puedo decir, yo, fanático de Gran Torino y de su director, Clint Eastwood, ahora que veo que ni mi héroe ni su película más reciente se encuentran entre los nominados? Aquí, mi dictamen.
Una amiga, V., demócrata consumada, que vive en Los Ángeles, me dijo que Gran Torino no estaba destinada a ser una Mejor Película. Esto no me sorprendió en lo más mínimo, ya que V. y yo diferimos mucho en puntos de vista relacionados con el cine. Lo que sí me sorprendió es que dijera que éste no era el año de Clint Eastwood. Pero ya que lo pensé un poco más, comprendí. Y claro: además de libertario y escéptico de los finales felices, Clint vota republicano. ¿Cómo, recién asumida la presidencia de Obama, la Academia iba a pemitirse la nominación de sus crudos filmes, Changeling y Gran Torino, ambos críticas a una sociedad a la deriva, lo mismo que el Dow?
Me extiendo. Que Obama ocupe ya la Casa Blanca no quiere decir que el cambio se haya consumado. No. Él mismo lo dijo, desde el día uno, cuando venció en las elecciones a McCain: esto es apenas el inicio del cambio. En su discurso de investidura, fue sobrio y claro: lo que seguía era trabajo, mucho trabajo. Sin embargo, la gente, fascinada por el carisma del nuevo emperador, aliviada de que W dejara el edificio y DC, creyó que el cambio era ya, ahora. Y nadie mejor que la Academia para ilustrar esta idea.
La película más nominada es una de corte fantástico: The Curious Case of Benjamin Button, dirigida por el otrora peleonero David Fincher. No me cuesta trabajo confesarlo: la película me encantó. Y, sí, es entretenimiento en estado puro, la quintaesencia de Hollywood, una vuelta al mejor cine de antaño (un poco como Australia, de Luhrmann, pero sin los excesos maximalistas). La película de Fincher es una celebración de las elecciones humanas, un muy buen relato de superación personal. Ser uno mismo. Reinventarse de ser necesario. Además de eso, es técnicamente impecable. Una hermosa película fantástica, pues.
¿Por qué, además de Gran Torino, tampoco se nominó a Revolutionary Road, de Sam Mendes, en ninguna de las categorías importantes? Por lo mismo. Esta entrega de los Óscares está dedicada a la shiny happy people of America. Entre las mejores películas, para acallar a los bocones como yo, entran una película políticamente correcta sobre la causa y el activismo gay (Milk, de Gus Van Sant) y una película política (Frost/Nixon, de, oh sí, Ron Howard). Encontramos, además, nominaciones de consolación: Penélope Cruz y Heath Ledger, como actores de reparto; vaya, hasta Brad Pitt como mejor actor. Y Angelina Jolie como mejor actriz por Changeling, ella sí --yo sí celebro su actuación y deseo que se lleve la presea, aunque traicione a Kate Winslet, que, eso sí, no fue nominada por Revolutionary Road sino por The Reader... Larga vida al Holocausto, fascinación de Hollywood--, como para tener a la parejita, Brangelina, contenta durante la premiación. El mejor nominado es, sin lugar a dudas, Mickey Rourke: lección de lecciones. El peor nominado, incluso peor que Pitt: Robert Downey Jr. Ni al caso, no por Tropic Thunder.
En fin y en suma: en Hollywood quieren hacerse de la vista gorda, tapar el sol con un dedo y fingir que el sol ya salió y no se volverá a meter hasta que otro republicano llegue a la Casa Blanca. Mejor evitarse cosas feas como el aborto, la intolerancia racial, la estupidez humana, la cobardía, la decadencia tanto de la familia como de la sociedad. No. Eso no. Eso no brilla, hoy. Mejor el mundo fantástico, la simulación, la reinvención de uno mismo, el espectador, ante el aparente cambio. Y, por favor, no se me tome por un pesimista. No. Por allí, me temo, no va la cosa.
Hollywood está a la baja, edulcorada la lista de nominados al Óscar. El mejor guión, basado en una novela de Richard Yates, fue ignorado (Revolutionary Road, pues). La mejor actuación --que quizá sea su última-- y la mejor película, también (o sea, Gran Torino y Clint Eastwood, para el que no le quede claro... ¡Ni siquiera les gustó a los de la Academia la canción, interpretada por Jamie Cullum!). Que gane, pues, The Curious Case of Benjamin Button. O que me pongan un tapabocas, finalmente, si las preseas más importantes se las llevan Danny Boyle y Slumdog Millionaire, el favorito de los cinéfilos. Y que no sea el año de Clint Eastwood no quiere decir que, de la noche a la mañana, América, el imperio, sea otra. Es la misma, jodida y a la baja. Y nosotros debajo de ella. Pero mejor me callo.
3 comentarios:
Las nominaciones de la Academia gringa son como un capítulo de 'Friends' visto cientos de veces: los mismos chistes en la ceremonia, la misma pirotecnia, el mismo tipo de películas, casi los mismos directores nominados; y no falta que le otorgen a alguien una precea que debió ser concedida en ceremonias anteriores, como le sucedió a Scorsese. No hay que tomar a los Oscares tan enserio; acompáñelos con palomitas y refrescos.
Yo siempre creí que los óscares eran un show con un guión escrito previamente. Y que se usaba para premiar a los alineados y castigar a los rebelditos sin importar si la peli o la actuación era buena o no.
¿En serio es mejor "Qué verde era mi valle" que "Ciudadano Kane"? O ¿"Un americano en París" que "Un tranvía llamado deseo"?
¿"Rocky", mejor que "Taxi driver"? ¿En serio? Según los señores de la Academia, sí.
Y por ejemplo, a veces premian una peli mala de un director bueno porque se les fue premiarle su anterior película buena... y así.
Por lo demás, es típico que en tiempos de depresión la gente busque escapes, ¿no? Y lo mejor de todo es que no todos los escapes son realmente eso: muchas veces, las películas de corte fantástico dicen cosas más cabronas sobre la realidad que las de tipo "realista" (no sé, pienso en "Brasil") y se le meten a la gente por los ojos, justo cuando tienen las defensas bajas (muahaha).
Total, que no creo que los óscares estén a la baja, sino que han estado agachones desde hace un buen buen rato (como desde 1927, más o menos) :D
Me permito disentir.
No diría que "The Reader" se refiere al Holocausto. Más bien se posa en él para estirarse lejos. La historia de un secreto personal puede ser más inconfesable que un crimen, dice la trama.
Publicar un comentario