27.2.09
La (nueva) vida en Tlalpan
(Escribo esto y pienso en las mangostas, mi animal favorito --más allá de Mina, Joe, los salmones y los colibríes-- luego de que viera un documental sobre su naturaleza. Nómadas y de apariencia felina, las mangostas viven en termiteros desocupados, abandonados por sus dueños originales. Allí, dan a luz. Para proteger a sus crías de los depredadores --las cobras entre ellos--, una mangosta del grupo sirve de vigía. Si un depredador aparece y cruza el umbral de seguridad del grupo, el vigía avisa al resto, que traslada, cautelosamente, a la camada a otro sitio. Las mangostas son de los pocos animales que pueden combatir, y abatir, a una cobra. Así es la vida de las mangostas.)
Hoy decidí hibernar, por decirlo de algún modo. Dedicarme a mi familia, a mis amigos verdaderos, a mis libros (propios y ajenos), a mis mascotas, a mis plantas y poco más que eso. No se necesita más. Regresaré, pues, a mi idea original de la vida en Tlalpan, luego de una serie de distracciones en el fondo irrisorias, discusiones banales, puyas inútiles. Comprendo lo que debo hacer: estar conmigo y con los míos. Cualquier otra cosa es necedad: todo lo aparentemente sólido, sí, se desvanece en el aire. Permanece lo real cercano, ajeno al mundanal ruido y al simulacro espectacular. No más necedad, pues.
MP sigue escribiendo, hermosa como siempre. Mina me mira, no gime más. Joe duerme aún. Y las plantas, pacientes, comienzan a florecer de nuevo. Así la vida en Tlalpan.
Riverworld, sincronicidad, Philip José Farmer (1918-2009)
24.2.09
Sándor Márai (1900-1989)
Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora.Sándor Márai se metió un tiro tres semanas después, poco antes de cumplir 89 años. Vivía en el exilio, al principio obligado, luego voluntario --su patria era el idioma húngaro, escribe--, en San Diego, California. Allí vio morir a su esposa, L., y se quedó solo. Olvidado pero no. Definitivamente viejo. Y cándidamente sabio.
En sus últimos diarios, Márai reflexiona sobre la enfermedad, la muerte, Hungría en la distancia, los sucesos que salpimentan su devenir cotidiano, la vida en Estados Unidos, el arte, la literatura sometida a la industria editorial y todo lo que hoy, a 20 años de su último gesto, nos sigue aquejando:
Hoy en día, el escritor que intenta crear algo diferente de lo que la industria de consumo produce para alimentar a los lectores es como el cojo que anda con prótesis, pero de todas formas intenta presentarse a una carrera de cien metros.No queda más que correr. Sin prisa. A pesar de todo, Sándor Márai llegó a la meta --alcanzó el listón literario que se impuso--, tanto vivo como muerto.
21.2.09
Tapabocas, Ventura, bienpensantes
¿Qué opinas de tus detractores? ¿No te sientes como quien está experimentando con ratones y métodos conductistas?
Es muy interesante ver los comentarios, sobre todo los de quienes se han indignado. No espero salir amado de esta exposición. Lo que me llama la atención es que las preocupaciones por Cantos cívicos suenan así: ¿y qué va a decir un preparatoriano cuando vea todo esto? ¿Qué pensará alguien que no conozca la historia, alguien que no tiene la educación que yo tengo, alguien que no es doctor en ciencias políticas o en historia? Me parecen reacciones muy condescendientes. Y muy interesantes desde el punto de vista sociocultural y educativo. La gente que está en el poder y que tiene un nivel educativo alto tiene miedo de que la gente piense sola. Para entrar a ver Cantos cívicos no hace falta un doctorado. Escuchar ese tipo de comentarios es precisamente lo que quiero, para que queden al descubierto los fundamentalismos que rigen a la sociedad mexicana.
[Tomado de una entrevista realizada por Alberto Arriaga, aparecida en el esquizofrénico --¿o será plural?-- suplemento cultural Laberinto, hoy. La entrevista completa aquí.]
15.2.09
The Moviegoer, search, malaise
Today is my thirtieth birthday and I sit on the ocean wave in the schoolyard and wait for Kate and think of nothing. Now in the thirty-first year of my dark pilgrimage on this earth and knowing less than I ever knew before, having learned only to recognize merde when I see it, having inherited no more from my father than a good nose for merde, for every species of shit that flies--my only talent--smelling merde from every quarter, living in fact in the very century of merde, the great shithouse of scientific humanism where needs are satisfied, everyone becomes an anyone, a warm and creative person, and prospers like a dung beetle, and one hundred percent of people are humanists and ninety-eight percent believe in God, and men are dead, dead, dead; and the malaise has settled like a fall-out and what people really fear is not that the bomb will fall but that the bomb will not fall--on this my thirthieth, I know nothing and there is nothing to do but fall prey to desire.Walker Percy murió en 1990, en Covington, Louisiana.
7.2.09
Hoja por Hoja
Me entristece la desaparición de un suplemento que dirigí durante algún tiempo. Lo hice cambiar un poco, aporté algo de mi experiencia, gracias a un equipo de trabajo magnífico, a una publicación sólida, duradera. Siempre le agradeceré a Tomás Granados --y a su hermano Luis y a su padre Miguel Ángel-- la invitación a sumarme a Libraria, la casa editorial que le daba su sello al suplemento. Es curioso cómo suceden las cosas.
Hace cerca de una década me invitaron a pulir los detalles de una antología multitudinaria de nueva narrativa mexicana en obra negra. Entre los antologados se encontraba Tomás, al que luego yo mismo antologué en Una ciudad mejor que ésta, respuesta acotada a esa otra desbordada antología.
Durante la confección de mi propio libro comencé a colaborar en las páginas de Hoja por Hoja. Luego me fui a Londres. Tomás viajó a Canadá, si mal no recuerdo, y mantuvimos un grato intercambio epistolar. A mi regreso, un par de años y algunos meses después, Tomás me invitó a ocupar el puesto de coordinador editorial del suplemento (alguna vez le sugerí que si él lo dejaba disponible, yo felizmente le entraba; así fue). Trabajamos bien. Optimizamos el calendario de producción editorial. Y Tomás decidió crear la dirección del suplemento (no existía) y así me convertí en el primer director de Hoja por Hoja, con bastante libertad para realizar el suplemento desde mi propia óptica y con el amplio aporte del consejo de redacción, uno de los más activos que conozco, que he conocido.
Durante mi dirección le cambiamos el rostro al suplemento, lo hicimos, por decir algo, más una revista. Creamos el Capitel que abría sus páginas, le hicimos un upgrade tipográfico y de diseño, abrimos la columna Libre albedrío a una serie de plumas variopintas. Y así las cosas.
Mi última colaboración en Hoja por Hoja, a varios años de mi renuncia, fue un texto apreciativo sobre la obra temprana de António Lobo Antunes, aparecida en la edición especial que cada año el suplemento dedicaba al país invitado de la FIL, Italia en este caso (al lusitano le otorgaron el premio que ya no se llama Juan Rulfo). La escribí con mucho afecto, ignorante del derrotero truncado del suplemento.
Confío en que en Libraria verán el modo de transformar el proyecto y sacarlo nuevamente a la luz. Confío en que, tarde o temprano, regresarán los suplementos, habrá espacios amplios para la crítica, renacerá la pluralidad y los ensimismados cubiles literarios serán opacados por la sombra de lo realmente abierto a la cultura bibliográfica de los días que corren.
Adiós, Hoja por Hoja. Saludo, desde ya, lo que venga después.